Título original Oltre la Bibbia: Storia antica di Israele
Traductor Teófilo de Lozoya
Páginas 532
Idioma Español
Publicación 2003 (2005)
Editorial Crítica
En el brillante prólogo de su El Antiguo Egipto, Barry J. Kemp dice:
“Mi antiguo Egipto es,
en gran parte, un mundo imaginario, aunque confío en que no se pueda demostrar
fácilmente que no se corresponde con las fuentes originales antiguas.”
Parece muy sencillo: imaginar un mundo que concuerde con las
fuentes; pero las fuentes, para el Antiguo Oriente, siempre son escasas,
contradictorias, tendenciosas, interesadas o difíciles de interpretar y Mario
Liverani, uno de los principales especialistas en esta época, nos ofrece un
ejemplo extraordinario, en esta historia de Israel, del ingente trabajo en que
se sustenta un relato histórico que, como la teoría científica, es siempre
provisional, hasta que surgen nuevos hallazgos y lo sustituye un relato más
completo.
Liverani contextualiza Israel en el marco más amplio de los
pueblos vecinos, explica sus interacciones, confronta el Antiguo Testamento
(AT) con inscripciones, papiros, tablillas y restos arqueológicos de otros
pueblos, examina analogías externas y coherencias o discordancias internas,
analiza reelaboraciones tardías del AT para adaptar el pasado a un proyecto de
futuro, para construir un relato que distinga lo que puede ser histórico y lo
que es inventado en la historia de Israel.
Es curioso que, a causa de su trascendencia religiosa, se
han hecho más excavaciones arqueológicas en busca de lugares bíblicos (templo
de Salomón, Jericó, etc.), que de cualquier otro pueblo de su época, y sea
Israel del que menos restos se han hallado; mientras que a este pueblo se debe
el mayor relato escrito (mayor y casi único), el Antiguo Testamento. Pocas
pruebas físicas y mucha letra. Al finalizar la lectura, no puedo dejar de
pensar que, al igual que los demás pueblos contemporáneos que no produjeron (o
no ha quedado rastro) un libro-guía, les hubiera ido mejor sin él. Como sus
vecinos asirios, filisteos, moabitas, ammonitas, arameos, persas, cananitas,
fenicios… se hubieran diluido en el gran río de la historia. En lugar de ese
tranquilizador anonimato histórico, al AT siguió en Nuevo Testamento sobre el
que se edificó el cristianismo que, bajo la acusación de haber ejecutado a Jesús, sentenció a los judíos a 2.000 años de
persecuciones. Y todo porque un dios, Yahvé, se empeñó durante mil años (según
el AT 6.000) en que un insignificante pueblo de pastores y campesinos le
obedeciera y adorara.
Hasta la de Liverani, todas las historias de Israel siguen
el hilo de la narración bíblica, aunque muchas la critiquen poniendo en duda su
historicidad:
“En la obra que
proyectamos aquí se pretende llevar a cabo —al
menos a modo de esbozo
sumario— una reelaboración de la historia
de Israel que tenga en
cuenta los resultados de la crítica textual y literaria,
de las aportaciones de
la arqueología y de la epigrafía, y que no
tenga miedo ni de
alejarse del hilo conductor bíblico ni tampoco de
basarse en un ámbito
estrictamente histórico.”
Para este fin divide el libro en dos partes principales:
- La historia normal
en que muestra Israel como uno de tantos reinos del área de Palestina, que
“acabaron aniquilados por la conquista imperial primero asiría y luego
babilónica, con la devastación, las deportaciones y los procesos de
desculturación que una y otra pudieran acarrear. Esta primera fase no comporta
ni un particular interés ni tampoco consecuencias futuras, y de hecho las
historias paralelas de otros reinos análogos (desde Karkemish a Damasco, desde
Tiro a Gaza) no tienen nada que decir a nadie, excepto a los especialistas. El
hecho es que no poseemos las «Biblias» de Karkemish o de Damasco, de Tiro o de
Gaza, y sus tradiciones se han extinguido
bajo el avance de los imperios.”
- La historia
inventada que reelaboró la historiografía deuteronómica y que “supuso la
puesta en marcha de una enorme y variada reelaboración de la historia anterior
(que había sido completamente «normal»), que colocara en su sitio los
arquetipos fundacionales que ahora se pretendía revitalizar (el reino unido, el
monoteísmo y el templo único, la
Ley, la posesión del territorio, la guerra santa, etc.) bajo
el signo de una predestinación absolutamente excepcional.”
Para empezar Liverani nos presenta una panorámica de los XIV
y XII donde señala el carácter marginal, socio-económico y político, de
Palestina, bajo dominio egipcio, si la comparamos con Egipto y Asiria. Destaca
el concepto ciudad-palacio diferenciado
del de la futura ciudad-estado griega. Se conoce el palacio de Megiddó de 1.650 m2, modesto si se compara con los 5.000 de Ugarit,
de la misma época, en la costa se Siria. El 80% de la población vivía en aldeas
y se dedicaba a cultivar el campo y a criar ganado ovino y caprino.
La historia normal
comienza con la etnogénesis de Israel y pueblos vecinos después del colapso del
siglo XII que se inició con fuertes cambios climáticos, origen de migraciones e
invasiones de los “pueblos del mar” (1) que acabaron con el imperio hitita y la
dominación egipcia de Palestina dando paso a dos siglos de “Edad Oscura”.
Sigue
explicando la crisis de los palacios, el
crecimiento del elemento tribal, los cambios sociales, la realidad y la leyenda
de los reinos de David y Salomón, el
baalismo y el yaveismo, el papel histórico del profetismo y el impacto de los
imperios asirio y babilónico.
En definitiva, el proceso de aglomeración tribal, es
similar al de los pueblos del entorno (ammonitas, moabitas, edomitas…) y dan
lugar a formas estatales de tamaño parecido a los reinos de David y Saúl.
En la parte que titula “Intermedio”, nos habla de la “Época
Axial” (2) y la transición del culto ceremonial a la religión ética. En el
siglo VI nacen el pensamiento racional y la ciencia de los jónicos, Confucio en
China, Buda en la India,
Zoroastro en Irán y los profetas éticos de Israel. Interesante capítulo que
hace pensar en las causas de que, de todos ellos, el pensamiento racional
jónico tuviera que esperar hasta el siglo XVIII, con Newton y la Ilustración (24
siglos), para resurgir.
En la segunda parte del libro, “Una historia inventada”, trata de los mitos, leyendas y cuentos
antiguos de José, los patriarcas, Moisés, los Jueces (sus elementos históricos
y legendarios), las invenciones del reino unido, el templo salomónico, la Ley, Jericó… desgranando lo
que pudiera haber de histórico y las reelaboraciones retroactivas,
principalmente, de los deuteronomistas.
Cuando leo un libro sobre un tema tengo la costumbre
de consultar otros autores para ver si lo
contradicen o lo confirman. En este caso, he consultado el clásico de
Amèlie Kuhrt (3) que le dedica unas 50 páginas a Israel y, en general, aunque
con un enfoque más histórico de la crítica textual del AT, coincide con
Liverani. Dice cosas tan interesantes como que el profetismo era algo común en
los pueblos del entorno, así como las guerras inspiradas por el dios del país.
Sobre este particular cita la célebre inscripción (en moabita) del rey Mesha de
Moab que nos muestra cómo se utilizó la idea de una guerra inspirada por el
dios del país, Khemosh, para explicar las victorias y justificar las matanzas:
“Soy Mesha, hijo
de Khemosh-yat, rey de Moab. el dibonita. Mi padre lúe
rey de Moab durante
treinta años, y yo pasé a ser rey después de mi padre. Fdifiqué
este lugar
elevado para Khemosh en garito (probablemente un sector tic
la ciudad de
Dibón, donde Mesha tenía su ciudadela). un lugar elevado para la
salvación,
pues me libró de todos los ataques y me dejó ver mi deseo le\untarse
sobre mis
adversarios.
Omri, rey de
Israel, oprimió a Moab durante muchos días, pues Khemosh
eslaba
enojado con su tierra. Lo sucedió su hijo, y también él dijo: «Qpruwté ¡i
Moab». En mis
días lo dijo; pero yo vi mi deseo levantarse sobre él y sobre so
casa, e
Israel pereció absolutamente para siempre. Omri se había apoderado del
país de
Medeba, y residió allí durante sus días y buena parte de los días de su
hijo, en
total cuarenta años; pero Khemosh residió en él en mis días. Reconstruí
Baal-meon, e
hice allí un embalse; y reconstruí también Kiriathaira. Fu
tonces los
hombres de Gad se habían establecido en el país de Ataroth desde
antiguo, y el
rey de Israel había fortificado Ataroth para sí; pero yo combatí
contra la
ciudad y la tomé; y maté a todos los habitantes de la ciudad, todo un
espectáculo
para Khemosh y para Moab. Me traje de ella «la figura de león de
David» (?), y la
arrastré ante Khemosh en Kerioth; y establecí en ella a lus
hombres de
Sharon (ciudad no identificada) y a los hombres de Mharit (ciudad
no
identificada).
Entonces
Khemosh me dijo: «Ve y arrebata Nebo a Israel». Así que fui tic
noche, y
combatí contra ella desde el amanecer hasta el medio día; y la tome
y maté a
todos lo s que en ella había, siete mil hombres y mujeres, nativos \ «
tranjeros, y
también a las esclavas: pues la había dedicado a Ashtar-Kliemosh.
Me llevé de
ella los vasos de Yavé y los arrastre ante Khemosh. Entonces el ley
de Israel
había fortificado a Jahaz, y la ocupó mientras peleaba conmigo: pno
Khemosh lo
expulsó ante mí. Me llevé de Moab a doscientos hombres, toda su
división, y
la conduje contra Jahaz y la tomé, anexionándola a Dibón,
Realicé
algunas reparaciones en garito, en las murallas de los jardines \ en
las murallas
de la acrópolis: y reparé sus puertas y reparé sus torres: y reparé
la residencia
del rey, y construí márgenes para el embalse en el manantial de»
tro de la
ciudad. Pero no había ninguna cisterna dentro de la ciudad en garito;
así que dije
a todo el pueblo: «Que cada uno construya una cisterna en su casa».
Hice que los
prisioneros israelitas cavaran zanjas para garfio. Realicé reparaciones
en Aroer, y
arreglé la carretera en Arnón. Reconstruí Beth-bamoth, pues
había sido
destruida; y reconstruí Bezer, pues estaba en ruinas, con cincuenta
hombres de
Dibón, pues toda Dibón se hallaba sometida (a mí).
Así me hice
rey de cientos y cientos en las ciudades que anexioné al país.
Entonces
reconstruí también Medeba y Beth-diblathaim. Y en cuanto a
Beíh
Baal-meon, envié (a mis pastores) hasta allí (para que apacentaran) las
ovejas de la
comarca. (Lo que queda está en estado muy fragmentario) (Gibson,
1971-1982,1, n.° 16; ANET, pp. 320-321; TUAT, I,
646-650; Smelik, 1985,
pp. 33-35).”
Los éxitos y la perspectiva de Israel y Judá, del
mismo episodio, lo conocemos por el libro de los Reyes (2 Re 3:4-27). El
paralelismo con algunos pasajes del AT es evidente y, fácil imaginar, que los
moabitas podrían tener mitos, leyendas y cuentos sobre su dios Khemosh que
podían haberse recopilado en una biblia moabita con sus profetas y mesías que
dieran origen a un NT moabita, luego asimilado por la cultura greco-latina y…
hasta hoy.
Apasionante historia de Israel, del siglo XII al IV a. C., que separa lo histórico
de lo mítico y legendario desde una óptica multidisciplinaria que incluye el
enfoque político, antropológico y socioeconómico. Urgente leer y reseñar su
clásico “Antiguo Oriente, historia,
sociedad y economía”.
NOTAS
(1) Ver Cline, Eric H. Traducción de Cecilia Belza. (2015
(2014 inglés).). 1177 a. C. El año en que la civilización se
derrumbó. Crítica
(2)
Jaspers, Karl (1953), The Origin and Goal of History
(3) Amèlie Kuhrt (1995): El Oriente Próximo en la
Antigüedad (c.3000 – 330 a. C.) Ed. Crítica 2001