Traductor Mercedes García Garmilla
Páginas 608
Idioma Español
Publicación 2003 (2003)
Editorial Crítica
Doy una ojeada a las asignaturas del bachillerato en España
(LOMCE 1013) y no veo ninguna Historia de la Ciencia. Hay Filosofía (muy de
moda por la serie Merlín). No lo critico, pero no es lo mismo. La filosofía
está bien como ejercicio mental aunque puede llevar al estudiante al callejón
sin salida del desaliento y la confusión: especular es gratis y todo vale. O
casi. Hacer ciencia es distinto; hay que experimentar, cuantificar, comprobar
las hipótesis y ponerlas a prueba hasta formular teorías que puedan ser
verificadas y perfeccionadas por nuevas teorías más completas. Para hacer
ciencia hay que ensuciarse las manos; por eso los griegos no la consiguieron.
Para ellos el trabajo manual era cosa de esclavos y artesanos, indigno del
noble ciudadano. Los tratados hipocráticos y los filósofos jónicos, que
hubieran iniciado el camino científico, quedaron a un lado y triunfó el
idealismo platónico que, primero con el neoplatonismo y después con el
cristianismo, nos condenó a más de veinte siglos de filosofía especulativa al
servicio de la teología. Hubo que esperar al Renacimiento y la Ilustración para
quitarnos de encima ese lastre (1).
La “Historia de la ciencia 1543-2001” de John Gribbin podría
ser el perfecto libro de texto para esa signatura que creo necesaria en el Bachillerato. Es claro, ameno,
interesante y hasta divertido; recorre el camino de la ciencia situándola en su
contexto histórico (2), lo enriquece con curiosísimas biografías de científicos,
explica su avance paralelo a la tecnología y las matemáticas con las que se
retroalimenta, y explica el apasionante juego de influencias entre trabajos
aislados, en el tiempo y el espacio, que a alguien se le ocurre aprovechar para
alumbrar una teoría genial. Inspiración, tesón, trabajo duro, azar y condiciones
propicias, ocasiones perdidas, avances y retrocesos, todo juega su papel en la
apasionante historia de la ciencia y Gribbin lo sabe trasmitir de manera
deslumbrante. Un manual debe ser riguroso, pero entrará mejor si es divertido y
vibrante. Muchos se declaran “de letras” porque no han tenido la opción de ser
seducidos por las ciencias; un libro así, leído y trabajado a los 17 años, podría
remediar ese déficit y despertar afición por las ciencias. Entre los adultos,
es desalentador comprobar que hay tantos interesados en lo paranormal y tan
pocos en las ciencias, consecuencia, quizás, de lo mal que se han enseñado las
asignaturas de exactas.
Sobra aclarar que el libro de Gribbin es una historia de las ciencias naturales desde la astronomía a la
física de partículas, pasando por la química, la geología y la biología.
No intentaré resumir un libro cuyo interés está precisamente
en los detalles. Me limito a dejar constancia de algunos rasgos que me han
llamado la atención:
- Las biografías de los científicos y su contexto histórico muestran a la vez el carácter humano (fortuito y azaroso) de sus protagonistas, y las condiciones sociales y tecnológicas que una vez maduras, de forma casi inexorable, conducen a los avances científicos.
- Son las personas las que hacen la ciencia y éstas pueden ser sensatas, raras (Cavendish, posiblemente un asperger, casi nunca hablaba y vestía ropas pasadas de moda), y obsesivas y hasta locas (Newton dedicó más tiempo a la alquimia y la religión que a la ciencia y lo dominaban fuertes sentimientos de odios y venganzas). Y de ahí lo apasionante: cómo de ese batiburrillo de trabajo duro y pura casualidad, de grandezas y vilezas, paso a paso se van recogiendo los pedazos hasta formar un cuerpo de verdades objetivas que explican el universo. El proceso es contingente y muy accidentado; el resultado, la ciencia, seguramente el mayor logro de la humanidad.
- Gribbin rechaza la idea kuhneana de la revoluciones científicas y en su historia muestra el avance de la ciencia como un proceso incremental en que una teoría no invalida a otra sino que la afina, completa y perfecciona. Una conjetura puede ser errónea, una hipótesis, invalidada por pruebas que la desmienten, pero una teoría que explica sucesos y predice otros que luego se cumplen, es una verdad objetiva. Una teoría se expresa en leyes que deben ser cuantificables y explican los vínculos causales entre las variables implicadas.
- Parece que la enseñanza reglada no significó gran cosa (cuando no era un obstáculo) hasta bien entrado el siglo XIX y principios del XX. En el Renacimiento y la Ilustración muchos eran astrólogos, al servicio de príncipes interesados en horóscopos y predicciones; otros procedían de la alquimia o la medicina (aristotélica) y muchos eran autodidactas, como Faraday, encuadernador, o James Croll, portero en el Andersonian College and Museum de Glasgow.
- Sorprende y maravilla el ingenio desplegado para desarrollar la ciencia experimental. Cómo, a través de cálculos y experimentos sencillos, que Gribbin explica con abundantes detalles, se llega a grandes teorías sobre el universo, la materia o la vida.
NOTAS
(1) CIENCIA
Y POLÍTICA EN EL MUNDO ANTIGUO de Benjamin Farrington. Ayuso 1973)
(2) Igual que hace Bertrand Russell en su HISTORIA
DE LA FILOSOFIA OCCIDENTAL
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