Traductor Javier Calvo
Páginas 800
Idioma Español
Publicación 2014 (2016)
Editorial Malpaso
Para empezar, la historia no es breve y no son siete los
asesinatos, es una verdadera escabechina; pero no recuerdo una novela de 800
páginas que haya devorado con tanta avidez y, además, se me haya hecho corta. Con
esta obra, Marlon James, ganó el prestigioso premio Man Booker Prize en 2015;
galardón que se había concedido a autores como Ian McEwan, Margaret Atwood,
Coetzee, A.S. Byatt, John Banville o William Golding, entre otros. La lista del
Booker Price es la de los escritores más significativos de la novela
contemporánea escrita en inglés. Puede que, a algunos, esto no les impresione.
Vale. ¿Y si les digo que es un pedazo de novela negra mejor que El poder del
perro de Don Winslow?
La historia comienza con las guerras pandilleras en los
barrios pobres de Kingston, la capital de Jamaica,
instrumentadas para controlar el voto por los dos partidos que se alternan en
el poder: el PNP (Partido Nacional Popular) y el JLP (Partido Laborista de Jamaica). Describe, con una inusitada crudeza, la vida
degradada y violenta de capos y pandilleros, la impunidad de la policía
corrupta, la intervención de la
CIA, cubanos anticastristas y otras agencias que intentan
frenar el comunismo manejando los hilos desde su ignorancia cultural, y la vida
de gente corriente en su intento desesperado de escalar el muro de la miseria
cotidiana. La trama tiene dos nudos centrales: el intento de asesinato de El
cantante (Bob Marley), figura mítica e inalcanzable que se esfuerza por poner
paz entre las bandas políticamente manipuladas y la masacre en un fumadero de
crack en el Bronx, llevada a cabo por Josey Wales, uno de los capos
principales. Wales había dado el salto a los USA como distribuidor de la mafia
colombiana.
Inspirándose en Mientras agonizo de William Faulkner, James
hace que varios personajes se expresen desde su lugar en la historia y con su
propio lenguaje (o jerga), construyendo un impresionante puzzle, vivo y
estremecedor, de la lucha por la vida en un hábitat dominado por la violencia,
la miseria, y el frío pragmatismo, donde solo sobrevive el más fuerte o el más
abyecto. Astucia, rabia y fuerza al servicio de obtener sexo y droga los más
desgraciados, y más poder los más fuertes.
Malon James pone en juego todos los registros de la primera
persona narrativa: monólogo interior, flujo de conciencia, cámara subjetiva
(con imagen y sonido), diálogos unilaterales (oímos a un solo hablante y las
respuestas se intuyen)… Si la historia es rica y compleja, las escenas son
magistrales.
La novela está atiborrada de episodios despiadados dentro de
un cuadro general que conmociona y avasalla:
“La mujer lleva
agarrado a la espalda a un bebé con el chupete en la boca y se pone a chuparle
la pinga al tipo. Josey le pega un tiro y el men se cae de espaldas contra la
puerta pero se aguanta de pie, y ella le sigue chupando la pinga muy fuerte y
se la saca de la boca y se pone a darle palmadas porque se le está poniendo
blanda y si el tío no se viene no le va a pagar.”
James es un virtuoso de la violencia, un artista de la
degradación que, en cuanto a dureza, deja en pañales a un Cormac McCarthy o un
Don Winslow. En algunos momentos, su estilo roto, compulsivo y jergal recuerda
a Louis-Ferdinand Céline; pero sin empachar. Curiosamente. Será la hábil
combinación de astucia y crueldad, los cambios de ritmo que van del rápido, al
acelerado y salvaje; será la inmensa talla que adquieren los personajes
principales, o la magnitud de venganzas y traiciones, lo que la acercan a la
tragedia, y hasta a la epopeya griega, y la alejan del mero espectáculo de
sangre y vísceras del “Gore”.
Uno de los personajes, Tristan Phillips, le habla del gueto
a Alex Pierce, el periodista, y se refiere a una novela de V. S. Naipaul:
“Pero en serio, Alex,
la biblioteca de la cárcel es tremenda. En Jamaica
iba a muchas bibliotecas y no había ni una que tuviera las cantidades de libros
que se ven en Rikers. Tienen uno titulado Middle Passage. Lo escribió un indio,
V. S. Naipaul. Candela, ese tipo cuenta que West Kingston es un sitio tan malo
que no se le puede ni hacer una foto porque la belleza del proceso fotográfico
te miente y no te cuenta lo horroroso que es en realidad. ¿Ah, te lo leíste?
Pues confía en mí, ni siquiera él te da una idea correcta. La belleza de su forma de escribir también te miente. Es un sitio tan horroroso
que no debería producir ni una sola frase bonita, jamás.” Pero Marlon James no miente, y si lo
hace, resulta muy convincente.
Ahora caigo: las dos mejores novelas que he leído en los
últimos años son de autores de origen jamaicano;
una es ésta, y “Dientes blancos” de
Zadie Smith es la otra. Curioso.
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