Traductor Joandomènec Ros
Páginas 448
Idioma Español
Publicación 1998 (1999)
Editorial Galaxia Gutenberg
“Los instintos
complementarios de moralidad y tribalismo son fáciles de manipular. Y la
civilización todavía ha facilitado más las cosas. Hace solo diez mil años, un
instante en el tiempo geológico, cuando la revolución agrícola empezó en
Oriente Medio, en China y en Mesoamérica, las poblaciones aumentaron diez veces
en densidad en relación con las de las sociedades de cazadores-recolectores.
Las familias se instalaron en pequeñas parcelas de terreno, proliferaron las
aldeas y el trabajo se dividió de manera precisa a medida que una creciente
minoría de la plebe se especializó como artesanos, comerciantes y soldados. Las
pujantes sociedades agrícolas, al principio igualitarias, se hicieron
jerárquicas. A medida que primero las tribus y después los Estados medraron a
base de los excedentes agrícolas, gobernantes hereditarios y castas de
sacerdotes tomaron el poder. Los antiguos códigos éticos se transformaron en
normativas coercitivas, siempre ventajosas para las clases gobernantes. Por
esta época se originó la idea de dioses que otorgan leyes. Sus mandamientos
confirieron una autoridad irresistible a los códigos éticos, de nuevo (y sin
sorpresa) a favor de los gobernantes.”
Este párrafo de E. O. Wilson en “Consilience”, que pertenece al capítulo 11 donde trata de la
coevolución genética y cultural referida a la ética y la religión, es un buen
resumen de “El antiguo Oriente” de
Mario Liverani, que leo en paralelo, donde describe de manera pormenorizada ese
proceso.
El prestigio internacional de Edward Osborne Wilson es
apabullante. Entomólogo y biólogo estadounidense conocido por su trabajo en
evolución y sociobiología. Un gran especialista en hormigas y en su utilización
de feromonas como medio de comunicación, Posee un premio Crafoord (el
equivalente a un Nobel para áreas no cubiertas por este premio), el Premio
Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2010 en la categoría de Ecología y
Biología de la
Conservación por acuñar el concepto de biodiversidad y
contribuir extraordinariamente a concienciar a la sociedad de su valor, otros
90 premios y 27 doctorados honorarios.
Informado de este impresionante curriculum, leí su “El sentido de la existencia humana” y me
pareció poca cosa, un librito de circunstancias, y pensé que tenía que haber
más. Y lo hay. Queda claro tras la apasionante lectura de “Consilience: La unidad del conocimiento”. Veo este libro como un
complemento (o contrapartida) a esas grandes historias culturales de PeterWatson como “La edad de la nada”. En
la reseña que dediqué a este libro me lamentaba de que: “Tiene defectos. Por ejemplo, aunque reconoce la gran preponderancia del
evolucionismo como cosmovisión no trascendente de la vida, no lo desarrolla en
sus versiones más modernas. Parece preferir dar más cancha a sus oponentes.”
Mientras Watson busca trascendencia en el pensamiento ateo después de Nietzsche,
Wilson critica su confusión y les pide que bajen los pies a la tierra de las
ciencias naturales modernas. Hace una crítica cultural desde un humanismo
científico. Es una lástima que “Consilience”
haya caído en mis manos diez meses después de haber leído el de Watson y
recomiendo con vehemencia, a quien no los haya leído, que, para ver las dos
caras de la moneda, lea seguidos primero el de Watson y después el de Wilson;
obtendrá una visión completa de la disociación actual de las dos perspectivas.
E. O. Wilson reclama, con brillantez, la conexión coherente
(consilience) necesaria entre las
ciencias naturales y las humanidades en las que incluye las ciencias sociales,
la política, la ética y el arte. En el libro expone y analiza las brechas que
actualmente las separan y culpa a las humanidades de haber emprendido un viaje estéril
por las nubes especulativas ignorando sus raíces biológicas. Esas brechas “incluyen la unificación
final de la física, la reconstrucción de células vivas, el ensamblaje de
ecosistemas, la coevolución de los genes y la cultura, la base física de la
mente y los profundos orígenes de la ética y la religión.”
El libro, escrito en un estilo brillante, intenso
y a menudo vehemente, es un viaje por la historia de las ciencias evolutivas y
las sociales, describiendo sus caminos divergentes, señalando los espacios en
blanco que hay entre ellas y denunciando la redundancia especulativa de las
humanidades.
Es una obra enciclopédica y apasionante por su
capacidad de síntesis y variedad de detalles. Nos habla de la relación entre la
ciencia y la filosofía, la
Ilustración, las ciencias naturales y las brechas que quedan
por rellenar, la relación de biología evolutiva y la psicología, la neurobiología
y la mente, la coevolución de los genes y la cultura, el altruismo como forma
de selección grupal, revisa el estado actual de las ciencias sociales, la
epigenética de los arquetipos en las artes, las bases biológicas de la ética y
la religión, y termina con las consecuencias medioambientales del híper
desarrollo humano debido a la palanca cultural.
“Nos
estamos ahogando en información, mientras que nos morimos por la falta de
sabiduría. En lo venidero el mundo estará gobernado por sintetizadores, personas
capaces de reunir la información adecuada en el momento adecuado, pensar de
forma crítica sobre ella y realizar de manera sabia importantes elecciones.”
Formativo, entretenido, sorprendente e
imprescindible para entender el estado actual del conocimiento y la disociación
entre la ciencia y las humanidades. No os lo perdáis.
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