Título original: The
General's Daughter (1992)
Traducción de Irene Saslavsky
Páginas 428
Grijalbo 1994
Nelson DeMille es un tipo listo, un cínico simpático y
políticamente incorrecto que escribe con chispa, con soltura y mucho sentido
del humor. Hasta el momento había leído cuatro de sus novelas, todas de la
serie John Corey, el expolicía de
Nueva York metido en la lucha antiterrorista. Hay dos más de esta serie, “The
Lion” y “Radiant Angel”, que no están traducidas y “The Panther” intenté leerla
en inglés, pero tuve que dejarla debido a mis limitaciones con el idioma.
Cuando “La Pantera” salió traducida al castellano, leí tres cuartas partes de
la novela y la dejé. Intentaba darle una oportunidad, pero no pude con la guasa barata de Corey, un Arévalo made in USA. Me
preguntaba cómo era posible que me gustaran las cuatro primeras novelas de la
serie leídas en 2011 y quien era el que había cambiado, DeMille o yo. Paul Brenner es un personaje más sutil
y equilibrado que Corey y “La hija del general” una buena novela.
Sinopsis de la
editorial.
Ann Campbell, capitán del ejército de los Estados Unidos e
hija del general jefe de la base en que ella prestaba sus servicios, aparece
asesinada. Pero no se trata de un homicidio convencional, sino de un acto
anormalmente morboso: su cuerpo fue encontrado desnudo y atado a cuatro
estacas, en el campo de tiro de la base.
El trabajo de descubrir a los asesinos se encomienda a dos
miembros del departamento de investigación criminal del ejército, Paul Brenner
y Cynthia Sunhill, que habían sido amantes tiempo
atrás. Ambos deberán rastrear la verdad entre las sombras de la vida muy
distinta de las apariencias de la capitán Campbell, los valores y formalismos
de la tradición militar y las turbulencias de la vida social de la base.
También Paul y Cynthia tienen que encontrarse a sí mismos... La hija del
general es una apasionante novela de misterio y un retrato crítico' de la vida
militar, al tiempo que se erige en una pieza maestra de un crimen y su
investigación en un ambiente cerrado. Una novela fuerte e inteligente, buena
medida del talento del autor de La Costa de Oro.
Comentario.
Paul Brenner es un agente de la División de Investigación
Criminal del ejército (DIC). Astuto, irreverente, poco respetuoso con la
jerarquía y nada imbuido del espíritu militar:
“De hecho, como la
mayoría de los miembros de la DIC, soy brigada, un empleo especializado
intermedio entre suboficial y oficial. Se trata de un empleo aceptable, porque
uno disfruta de casi todos los privilegios de un oficial y no ha de cargar, en
cambio, con muchas de las responsabilidades propias del mando ni con las
tonterías que lo acompañan. Los brigadas reciben tratamiento civil y los
investigadores de la DIC van a menudo de paisano, como iba yo esa noche. Hay
momentos en los que incluso me hago la ilusión de que soy civil.”
La novela es un amplio
ejercicio de interrogatorios a los testigos combinado con el meticuloso
examen de la escena del crimen. Las entrevistas y las discusiones entre Brenner
y Cynthia en que derivan son largas, complejas y muy incisivas. Las hipótesis
se revisan una y otra vez hasta que logran acorralar al sospechoso principal.
“Me gusta obtener la
versión de todo el mundo, de manera que pueda hacer una evaluación mejor de la
calidad de las mentiras.”
La decisión de la capitana Campbell de ofrecer su cuerpo a
toda la escala de oficiales a las órdenes de su padre, el general jefe de la
base militar, trastorna por completo el orden moral y disciplinario. Todos
tienen motivos para ocultar su implicación.
Algunos acusan a DeMille de escritor prolijo y descontrolado.
A mí no me lo parece (en esta novela en particular, sí en otras) en la que la exuberancia
especulativa es interesante y está justificada. Sí le veo un defecto, más
acentuado en la serie de John Corey, que es su tendencia a deslizarse hacia el humor chusco y facilón, en especial
por su sesgo machista. Me explico: Las novelas de DeMille funcionan con parejas
de protagonistas a las que le gusta someter a un juego de “tensión de género”
algo trasnochado a estas alturas. Pienso en John Corey- Kate Mayfield y Paul
Brenner- Cynthia Sunhill. Por más que la mujer demuestre su inteligencia y
competencia profesional, el tipo no para de hacerse el graciosillo con
latiguillos sexistas. Eso le da un aire de vendedor fullero de coches usados,
con más de dos wiskis en el coleto, que el autor debería evitar.
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