martes, 27 de marzo de 2018

LOS VIEJOS DEMONIOS de Kingsley Amis - Nadie mejor dotado que Amis para mudar la amargura en risa - Valoración 9/10

Título originalOld Devils
TraductorCésar Armando Gómez
Páginas448
IdiomaEspañol
Publicación1986 (2011)
EditorialEditorial Lumen

Premio Booker 1986.
“La mayor fuente de inspiración en las cartas que Amis escribió Larkin es el problema que los dos tenían con las mujeres. Larkin tuvo problemas para meterlas en la cama y Amis tuvo problemas para mantenerlas alejadas. Si alguna vez hubo un adultero más salvaje y enérgico en la literatura que Amis en sus propias cartas, no lo he conocido. Fue la enfermedad de las vacas locas del sexo: ninguna mujer que pasó por Gran Bretaña antes de 1976 puede estar completamente segura de que no se acostó con él.” (1) Lo dice Michael Lewis en su reseña del 2002 en el NYT. Más adelante lo llama “adúltero en serie”. No está mal…, para empezar. Kingsley Amis encabezó, junto con Allan Sillitoe y otros menos conocidos, el movimiento de los “jóvenes airados” (Angry Young Man) en la Inglaterra de los años 50, como respuesta a los estilos experimentales de James Joyce, Virginia Woolf y D. H. Lawrence a los que consideraba “oscuros y pretenciosos”. En “The letters of Kingsley Amis”, que David Lodge calificó de “un gran evento literario” y no se han traducido al castellano, despotrica contra todo bicho viviente: Keats, Shelley, Lawrence, Henry James, Kafka, Proust, Nabokov, Joyce, Eliot, Updike, Bellow, Waugh, Beckett, Picasso…, sin dejar títere con cabeza. A Tom Driberg le llamaba “ese viejo soplapollas” (2). En USA no tuvo buena acogida y hoy se le conoce más por ser el padre de Martin Amis que por su propia obra. Para mí, Kingsley Amis, ese viejo demonio beodo y adúltero en serie es, con su discípulo David Lodge, uno de los mejores humoristas del siglo XX. Simplemente, es incapaz de aburrir. Ni un solo párrafo de “Los viejos demonios” servirá para demostrar lo contrario. Nadie como el husmea en las miserias humanas, triviales, cotidianas, que nos averguenzan y nos parecen inconfesables. Maestro sutil del diálogo, capta, como nadie, gestos y sonidos en sus personajes que los definen mejor que sus palabras.

Alun Weaber, escritor mediático de medio pelo, y su esposa Rhiannon, ya sesentones, regresan a un pueblo de Gales y se reencuentran con el grupo de amigos de juventud. De pub en pub, de fiesta en fiesta, hablan y beben, beben y hablan. Es el regreso de la manada al cementerio de elefantes para cotillear y revolcarse en la charca de alcohol. Los achaques y servidumbres de la edad son una presencia constante; las inquietudes de Malcolm por su tráfico intestinal o las dificultades del gordo Peter para cortarse las uñas de los pies (escena antológica al principio del capítulo 4):
Esas uñas se habían convertido por sí mismas en algo desproporcionado en su vida. Desgarraban los calzoncillos porque eran afiladas y dentadas, y habían llegado a ser así porque habían crecido demasiado y se habían roto, y las había dejado crecer porque cortarlas no era ninguna broma. No podía hacerlo en casa porque no había forma de atrapar los fragmentos y Muriel los encontraba, sobre todo estando descalza, y eso era algo que lógicamente había que evitar. Tras probar con un taburete plegable en el garaje y caerse muchas veces, se había instalado en una silla de jardín bajo el cerezo en flor. Esto limitaba la tarea a los meses más cálidos, ya que realizarla con el abrigo puesto quedaba descartado por el grado de inclinación que la operación implicaba. Pero al menos podía dejar que los trozos de uña volasen libremente, ¡y vaya si volaban!, en especial los que saltaban con un crujido de los dedos gordos, que eran lo bastante grandes y se movían con la suficiente velocidad para derribar un gorrión al vuelo, aunque hasta ahora no había ocurrido.”

El deterioro físico es el telón de fondo que irrumpe al primer plano para recordar a los personajes que se hallan en el final de etapa. El más recurrente es el de la boca y la dentadura:
De nuevo sentado a la mesa del desayuno, colocó entre sus molares izquierdos un pequeño triángulo de tostada y miel para diabéticos y masticó suavemente pero con firmeza. No mordía nada con los incisivos desde que, seis años atrás, perdió la funda de uno de arriba con una loncha de salchicha de hígado, y la parte derecha de la boca era zona prohibida, ¡qué remedio!, con un agujero entre los dientes inferiores, donde siempre podía pegarse algo, y un curioso trozo de encía que parecía haberse desprendido y se movía de forma desconcertante en cuanto tenía ocasión.”
“(…) por no hablar del viejo Garth Pumphrey, quien prácticamente había presidido un improvisado simposio sobre dentaduras postizas y dado, sin que nadie se lo pidiese, cuenta de los acontecimientos que condujeron a la colocación de la que ahora lucía. A Peter le tembló la boca al recordarlo y se la tapó con la mano.”

Desconcierto y frustración convertidos en misoginia:
La mayoría de las personas cuyo matrimonio no iba demasiado bien solían tener una idea del cómo y el porqué, pero no sabían el cuándo
Los hombres tenían una esperanza de vida menor que las mujeres, en parte, tal vez una buena parte, porque las esposas llevaban a los maridos al infarto suministrándoles una ración diaria de ansiedad y rabia.

El tema de fondo es la vida como desgaste físico y emocional. El cuerpo se deteriora, las relaciones de pareja se vacían de sentimientos y se fosilizan en distintas formas de status quo. Nos rendimos, claudicamos sin saber de qué, pero seguimos forcejeando como bacterias agitándose en el portaobjetos. Amis enfoca el microscopio, amplía o reduce la imagen y nos muestra que la vida no es trágica ni dramática; si acaso es amarga a causa de nuestra torpeza. Y nadie mejor dotado que Amis para mudar esa amargura en risa. Su genio cómico está en la acumulación de detalles, la modulación del contexto, la chispa del diálogo y el contraste de vidas juntas que, aunque ocasionalmente se toquen, siguen siendo paralelas.
NOTAS
(1)    Michael Lewis: reseña de “The letters of Kingsley Amis” y la biografia de Richard Bradford “The Life of Kingsley Amis”
(2)    Cristopher Hitchens: “HITCH-22 Memorias”
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