Traductor Mercedes García Garmilla
Páginas 384
Idioma Español
Publicación 2004 (2006)
Editorial Critica SL
Sí, simple, aunque no tanto. O todo lo simple que puede
explicarse la aparición de la vida a partir de unas condiciones iniciales
simples capaces de generar complejidad y, en último término, vida.
John Gribbin es astrofísico y un gran divulgador científico
que se atreve con los temas más abstrusos y los hace asequibles a los profanos.
A diferencia de otros escritores que te pasean por la superficie y en cuanto te
sumergen te ahogas, con Gribbin tienes la sensación que te guía a profundidades
hasta ahora inalcanzables. Hay divulgadores, como Mlodinow (1), que para ser
amenos recurren a anécdotas personales y analogías cotidianas, y lo hacen muy
bien (no lo critico, me encanta); pero son muchos los que a la hora de pasar de
la anécdota al meollo se enredan y lo despistan a uno, cándido lector. Otros
tratan los temas científicos con tanto desenfado que tienes la sensación de
estar ante un programa de chismorreo o ciencia-basura. Es lo que tiene vivir un
momento de inflación divulgadora: hay de todo para todos, y puede que sea para
bien, si te lleva de lo malo a lo mejor. De Gribbin, estoy leyendo en paralelo
una historia de la ciencia (2) fascinante, la mejor que he leído hasta hoy, y
no dudo en añadirlo a mi lista de divulgadores preferidos al lado de Krauss, Pinker,
Wilson, Coyne, Harris o Ridley.
En “Así de simple. El
caos, la complejidad y el origen de la vida”, Gribbin nos conduce, en un
apasionante viaje, desde la termodinámica, la entropía, el origen de la teoría
del caos, los fractales, los sistemas complejos, la evolución, Jim Lovelock y
su Hipótesis Gaia, el ciclo del DMS, la retroalimentación biosfera y clima, hasta
la aparición de vida en la tierra y la posibilidad de que exista en otros
planetas.
El camino está sembrado de perlas del conocimiento matemático,
físico y biológico que Gribbin extrae, acopia y descifra para hacerlas
comprensibles al lego. Así nos habla del problema de los tres cuerpos, las
funciones no lineales, el caos determinista y los atractores (fascinante), los
fractales y los sistemas dinámicos y otros conceptos que te suenan pero que,
hasta Gribbin, eran muy difusos. Gracias a que te guía hasta el meollo logra el
prodigio de que el lector se pregunte: ¿y si me metiera a fondo con la teoría
del caos, o los fractales, o los sistemas complejos, o…? Y, a la vez, pobre ingenuo,
que lamentes una vez más tu falta de preparación en matemáticas.
El objetivo de Gribbin es no amedrentar al lector con
complejidades técnicas que le hagan abandonar la lectura. Lo pone fácil para
que sigas detrás de la zanahoria. Por ejemplo. Para introducir los números
complejos empieza:
“A un nivel más
abstracto, el mismo principio básico se aplica a lo que los matemáticos optan
por llamar números complejos. Este nombre ha asustado a muchos estudiantes,
pero los números complejos son en realidad muy sencillos, ya que sólo tienen
dos componentes, lo cual no justifica en absoluto el uso del término
«complejo». Los dos componentes de un número complejo son en sí mismos números
corrientes, que se diferencian entre sí en que uno de ellos está multiplicado
por una constante universal denominada i.”
O elige con cuidado las analogías:
“Una rueda, incluso un
piñón, no es un objeto complejo. Pero una bicicleta de carreras, que no es
fundamentalmente más que un conjunto de ruedas y palancas, es un objeto
complejo, en el sentido científico del término, aunque sus componentes
individuales, y el modo en que ejercen interacciones unos con otros, resultan
fáciles de entender.”
La habilidad de Gribbin hace que lo más difícil parezca fácil
y la ciencia fascinante. “Así de simple”
es la prueba de que el autor cree lo que dice al final de la Introducción a su “Historia de la ciencia”:
“La ciencia es uno de
los mayores logros de la mente humana (se podría decir que es el mayor de
todos), y el hecho de que los avances en realidad los hayan llevado a cabo en
su mayor parte personas que tenían una inteligencia normal, avanzando paso a
paso a partir del trabajo de sus predecesores, no hace menos destacable lo que
aquí relatamos, sino que lo convierte en algo aún más notable. Prácticamente
cualquiera de los lectores de este libro, si hubiera estado en el lugar
adecuado en el momento oportuno, podría haber hecho los grandes descubrimientos
de que hablamos aquí. Dado que el avance científico no ha llegado, ni mucho
menos, a su punto final, es posible que alguno de los lectores se vea implicado
en el próximo paso de la historia de la ciencia.”
NOTAS
(1) Leonard Mlodinow: Las lagartijas no se hacen preguntas
(2015)
Leonard Mlodinow: El andar del borracho: cómo el azar gobierna nuestras vidas (2008)
(2) John Gribbin: Historia de
la ciencia 1543-2001 (2003)
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