TraductorJosé Luis Fernández-Villanueva
Páginas357
IdiomaEspañol
Publicación1994 (2016)
EditorialLibros del Asteroide
Robertson Davies (Canadá 1913-1995) es uno de los clásicos
contemporáneos de la literatura anglosajona. Sin desmerecer a su lado, puede
compartir podio junto a los Bellow, Cheever, Updike o Roth con la etiqueta de gran
contador de historias. Poseedor de una exuberancia argumental dickensiana, hila
sus relatos como un tejedor de tapices de las mil y una noches, tranquilo,
eficiente y sardónico, que no duda en incrustar en sus diseños alguna figura de
extravagancia rabelesiana como el concurso de malos alientos o el olisqueo “de
la cabeza a los pies” de sus pacientes, “deteniéndose bastante en esa zona que
la señorita Fothergill describe como Ya Sabe Dónde”, a cargo del protagonista y
narrador doctor Jonathan Hullah.
Cuando el doctor Hullah, médico humanista influido por
Paracelso y “Anatomía de la melancolía” de Robert Burton, es entrevistado por
la joven periodista Esme Barron para una serie de artículos sobre el Toronto
antiguo, decide escribir un libro de memorias y notas médicas donde dejar
constancia de lo que no puede contar a la periodista. Rememora su infancia en
Sioux Lookout, pequeño pueblo minero 2.000 millas al norte de Toronto, sus
estudios en el internado elitista Colborne College, ya en Toronto, donde haría
una amistad duradera con Brochwel Gilmartin, futuro profesor de literatura y
Charlie Iredale, poseído por fuertes sentimientos religiosos. Instalada su
consulta en una vieja granja reformada de un barrio de Toronto, frecuentará los
oficios de la iglesia de Saint Aidan, atraído por sus espléndidos coros y la
suntuosidad de sus rituales. Allí hará amistad con el sofisticado homosexual
Darcy Dwyer que prefiere definirse como invertido.
El libro se compone de entretenidas historias individuales,
reflexiones médico-filosóficas sobre el vínculo mente-enfermedad, cartas de
cotilleo, un proyecto de deconstrucción médica de personajes literarios, discusiones
en torno al arte, la religión, la música y la literatura, la relación entre la
magia ancestral y la medicina moderna, el sexo, el amor y la amistad. Puro
Robertson Davies y en plena forma como el gran contador de historias, divertido
y entrañable, que siempre fue.
El humor, siempre presente, aún sin tratarse de una obra humorística:
"Lo único humano de Penley era que su esposa tenía un hijo cada año, como un fusil de repetición."
El humor, siempre presente, aún sin tratarse de una obra humorística:
"Lo único humano de Penley era que su esposa tenía un hijo cada año, como un fusil de repetición."
La última frase de la novela es el mejor resumen:
“—No, este es el Gran
Teatro de la Vida. La entrada es gratuita, pero el tributo es mortal. Usted
viene cuando puede y se va cuando debe. Sesión continua. Buenas noches.”
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