Título original Predeo slikan ćajem
Traductor Luisa Garrido | Marina Ljujic
Páginas 387
Idioma Español
Publicación 1988 (1991)
Editorial Anagrama
Milorad Pavic dijo: “Siempre hemos hablado de escritores con
talento; tenemos que empezar a hablar de lectores talentosos i dotados”. Bruckner,
brillante crítico y columnista, en su notable reseña de “El diccionario Jázaro”
dijo: “ Él (Pavic) se satisface en la mejor provocación para crearlos”. Sin
duda, un buen aficionado a la literatura – a la música, pintura o gastronomía -
, cuanto más sabe de su materia, más la disfruta.
Si digo ¡que nadie se asuste!, será peor, y más de uno
saldrá por piernas (de hecho ya se han dado a la fuga media docena). Así que
confio en que otra media docena llegue al final de la reseña y tres lean esta
genial novela. Me daré por satisfecho.
Milorad Pavic es uno de esos autores sobre los que la
crítica vierte calificativos que alertan –justificadamente- a muchos lectores:
narrativa hipertextual, literatura ergótica, trama no lineal, novela
experimental…, y demás palabrejos de ese pelaje; lo que viene a decir que, a
cambio de un pequeño esfuerzo extra, propone al lector hacer de la lectura juego,
una nueva experiencia distinta a la tradicional.
Desde Laurence Sterne y Diderot en el siglo XVIII, algunos
autores intrépidos hacen cosas así: Borges, Umberto Eco, George Perec, Italo
Calvino, John Barth, Pynchon, Wallace o Mark Danielewski. Cortázar, en
“Rayuela”, ofrecía un orden no lineal de los capítulos. Que el juego resulte
estimulante o quede en simple extravagancia, es cosa que cada lector decidirá.
Vaya por delante que yo no soy un fan de las vanguardias y que lo original
tambien puede ser trivial; pero en Pavic no hay ni gota de triviaalidad, en
absoluto, para nada.
Paisaje pintado
con té.
O Kafka en el “pais
de las maravillas” contado a dos manos por el deuteronomista bíblico y el
autor anónimo de “Las mil y una noches”.
“Llevaban las puntas de
los bigotes trenzadas como un látigo. No habían reído durante generaciones y
las arrugas marcaban sus años en la parte superior de sus caras.”
Es la primera frase y la
intensidad no decae en las 387 páginas de la obra.
Para empezar, te diré que
si eres aficionada a anotar citas profundas y oscuras, rotundas, sutiles o
chocantes, estás en tu paraiso. Eso si, asegurate de estar bien provista de
blocs y bolígrafos, pues corres el peligro de no dar abasto. Yo no recuerdo, a
parte de su “Diccionario Jázaro”, un libro tan denso e intenso en frases y
metáforas memorables.
Robert Coover, otro experimental, dijo que Pavic piensa como los demás soñamos. Y
como los sueños, la escritura de Pavic funciona como un caos de asociaciones
libres donde el tiempo y el espacio se disuelven. Atanás Razín compra bisnietos aún no nacidos,
los bautiza y les cede propiedades que tambien ha comprado, para que las
disfruten a doscientos años vista; como las gallinas que ponían huevos de
tiempo en “El diccionario Jázaro”.
Ni siquiera voy a hacer mención de la trama
porque es lo de menos; tampoco importa que Pavic sugiera, casi a mitad de la
obra, leer su novela-crucigrama en horizontal y vertical (en horizontal es una
extravagante historia de amor y en vertical una genealogía heróica). Puedes
leerla de una tirada; no pasa nada porque la novela, compuesta de decenas de
micro-historias –algunas de un solo párrafo-, se disfruta frase a frase,
palabra por palabra, saboreando cada simil y metáfora sorprendentes.
Sin ánimo de ser exhaustivo (pesado para los
amigos), dejaré un resumen de los rasgos más destacados del personalísimo
estilo de Pavic y una selección de citas que lo ilustran:
-
Juego maniqueo constante de contrastes con los opuestos, saltos binarios y simetrias donde los
contrarios se autocancelan y el orden temporal se alborota.
-
Decenas de símiles
y metáforas chocantes.
-
Los personajes sufren metamorfosis, entre kafkianas y mitológicas, por obra de
sentimientos o sucesos.
-
El azar es aritmético.
-
Descripción
física de los personajes breve, indirecta, chocante y nada convencional.
-
Estilo
sentencioso, oscuro, como hablando desde una sabiduría atávica y ancestral.
-
Podría hacerse una antologia del uso del rasgo físico insólito para describir
personajes (nariz, ojos, bigotes, pelo, orejas…); pero me quedo con las cejas. Nunca habrás visto semejante despligue
imaginativo de cejas.
-
Tremendismo
descriptivo. Adjetivación caprichosa.
Si te gusta Pavic, nunca leerás nada parecido, no la
olvidarás y no dejarás de releerla, entera o en pasajes sueltos.
Te dejo con una selección de frases:
Símiles y metáforas chocantes (una entre cien):
“…observándome
sin pestañear con su mirada pegajosa que se adhiere como moho sobre todo lo que
cae.”
Descripción física del personaje:
“…los guardabosques.
Los observaba, eran más anchos bajo las axilas que en los hombros…”
“También
iba Teofana Cikindjal, bellísima pintora de ojos transparentes como medusas que
se hubieran tragado un pez, con las manos manchadas de color verde que hace
daño a la vesícula, porque sólo pintaba cocodrilos”
La aritmética del azar:
“leía una carta de
cada cinco”
Asimetrías:
“…era capaz de echar el
aguardiente con la izquierda y el aceite con la derecha sin derramar ni una
gota.”
“Su pierna izquierda era
más corta que la derecha y, como si estuviera bañada por un sudor diferente del
de la otra, apestaba a cagada de rata y olía mucho más que su compañera.”
“De nuevo
Cecilia sonrió y pudo verse que en la comisura izquierda de sus labios su
sonrisa era rápida y delgada y en la derecha ancha y gruesa.”
Transformaciones:
“Pero en América el
arquitecto Atanás Razín despertó una mañana convertido en mujer. El vello bajo
las axilas le olía como el de la entrepierna de una mujer.”
El tiempo alborotado:
“—No se asombre. Desde esa
ventana siempre se ve el año siguiente.”
“Unicamente
en nuestro tiempo se considera que todos los cuarentones tienen ya sesenta
años. Antes no era así y después no lo será...”
Las infusiones son de cepillo de escoba:
“—Padre
Tarquinio —le dijo la dueña de la casa—, prepare una tisana para el visitante.
Una infusión de esa escoba de abedul con la que se limpia el umbral de la
puerta. Lo más cargada posible. Si recuerdo bien, a ti siempre te gustaron las
infusiones muy cargadas, ¿no?”
Antología de las cejas:
“…hombres
que comían la leche agria con cuchillo y se peinaban las cejas con tenedor.”
“En ese
instante desplegó las cejas como la cola de un pavo,”
“Entonces
apareció en la puerta un hombre con la coronilla desnuda y las cejas anudadas.”
“Pero aquellos
cabellos, las pestañas, las cejas, tenían un color ceniciento, como si un
momento antes hubieran ardido y se hubieran apagado sin dañar su cara sonrosada
y en su cabeza quedaran sólo las cenizas.”
Tremendismo y adjetivación caprichosa:
“Sus pechos
se columpiaban de izquierda a derecha y no de arriba abajo.”
“Le
pellizcaba de vez en cuando los pechos, rápido y al vuelo, diciendo que el bajo
tiene que tener huevos y la soprano tetas.”
“La hermana
de Vitacha, Vida, su anfitriona, guapa, rápida y bigotuda como un querubín,
tenía tanto pecho como nalgas,…”
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