Editorial: Fondo de Cultura Económica
Publicación: 1982 (1986)
Albert O. Hirschman (1915-2012) es uno de esos intelectuales
de amplio espectro que desestabilizan ortodoxias y resquebrajan las firmes
sendas académicas. Por eso no recibió el Premio Nobel de economía que muchos
reclamaban para él. Sus críticas a Adam Smith me recuerdan a Farrington cuando
arremete contra Platón. Sus libros “Voz, salida y lealtad” (1970) y “Las
pasiones y el interés” (1977) se consideran un hito en la historia del
pensamiento económico.
Después de leer su “Retóricas de la intransigencia” me quedé
con ganas de más y me obsequio con “Interés privado y acción pública” (1982).
El libro gira en torno al concepto de
decepción y como afecta a las decisiones de consumo y a la participación
política, observando paralelismos y diferencias e intentando una crítica de la
teoría convencional del consumo, un mejor entendimiento de la acción colectiva
y una nueva interpretación del sufragio universal.
Empieza por analizar la decepción ante los bienes durables,
no durables y los servicios. Explica el tránsito del interés privado al público
y el viaje de vuelta del público al privado. La entrega excesiva a lo público,
la adicción (o la política como "el único juego que vale la pena") y
la frustración que genera.
Es un libro repleto de agudas observaciones de psicología
política:
Hay un interesante análisis del voto como sistema
mayoritario de participación democrática que muestra las preferencias del
electorado, pero nada dice de la intensidad
con que las desean, a la vez que, ese voto, sirve de freno a otras muestras de insatisfacción más “expresivas”:
“(…) por una parte, es
un elemento esencial de un marco institucional que provee una defensa contra un
Estado excesivamente represivo; por la otra, actúa como una salvaguardia contra
una ciudadanía excesivamente expresiva.”
El racionamiento o limitación de la participación al voto
genera frustración en el electorado más entusiasta. Hirschman propone algunas
maneras de medir la intensidad de las preferencias expresadas en el voto como
ir a las urnas tres días sucesivos. Nótese que no es un enfoque de voto
elitista sino para medir cuanto le interesa al ciudadano lo que vota.
O interpretar el apoyo pleno, entusiasta y unánime a El
Líder como un método “ahorrador de tiempo” y de esfuerzo pensante. Él lo hará
por nosotros.
O, por falta de imaginación colectiva, visualizar el cambio
como la situación opuesta a la de partida a la que se llegará con la mayor
rapidez; pero la causa pública requiere mucho más tiempo que el planeado y el
cambio real es mucho más modesto que el previsto.
Echo en falta un tratamiento más amplio de la corrupción.
A Hirschman le interesa ensanchar horizontes con el enfoque
interdisciplinar. Ve la economía a través de la psicología social y la historia
cultural; no se conforma con el modelo clásico. Quiere comprender el mundo para
proponer soluciones que lo cambien.
Un libro repleto de ideas originales, análisis penetrantes y
propuestas valientes. El asunto tiene que ver con la teoría sociológica de la
acción (Max Weber y sucesores), los valores y preferencias; otro tema
interesante que tendrá que esperar.
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