Traductor Marco Aurelio Galmarini
Páginas 256
Idioma Español
Publicación 2002 (2004)
Editorial Editorial Anagrama S.A
No sabremos lo que somos mientras ignoremos lo que hemos
sido. Por eso me interesa el relato histórico y las discusiones metodológicas
que lo cuestionan o fundamentan.
“El paisaje de la historia” es una brillante reflexión que compara los métodos de las ciencias
históricas y las naturales,
desmarcándose del rumbo errático de las ciencias sociales que, para Gaddis,
persisten en el modelo reduccionista del siglo XIX, mientras que las ciencias
puras modernas ya lo han abandonado, adentrándose en el estudio de las
regularidades que esconden la complejidad y el caos.
Cita a Poincaré a través de Henry Adams:
“Aun cuando «nuestros medios
de investigación fueran cada vez más penetrantes —escribió en un pasaje que
cita Adams—, descubriríamos lo simple bajo lo complejo, luego lo complejo bajo
lo simple. luego de nuevo lo simple bajo lo complejo y así sucesivamente sin
poder prever nunca el último término». Estos hallazgos, observa Adams,
«prometían bendición eterna a los matemáticos, pero llenaban de espanto a los historiadores”
Gaddis recoge el testigo de E. O. Wilson y su concepto de
“consiliencia” y se apoya en las reflexiones de Marc Bloch (1) y E. H. Carr
(2), para abogar por la “tolerancia metodológica”. Todo vale si el resultado es
bueno: intuición, inducción, deducción…La narración histórica, es una
simulación del pasado (representación), provisionalmente válida, mientras no
sea refutada por nuevos datos. Gribbin, en su magnífica “Historia de la ciencia”, ya explicaba cuan contingente era el progreso científico. Y estoy de
acuerdo con los dos; a toro pasado, todo lo que ha sido azaroso y casual se
pinta ordenado y bonito. Pero que el progreso científico sea contingente, igual
que el histórico, no significa que el resultado también lo sea.
Los conceptos más inspiradores de la ciencia moderna le
sirven de metáfora para desgranar los métodos de la investigación histórica; y
subraya metáfora para que un nuevo Sokal no lo acuse de extrapolar. Así nos
habla del “problema de los tres cuerpos” de Poincaré para discutir la
causalidad; de los “atractores” de los sistemas dinámicos para plantear la
cuestión del determinismo en historia; o de la autosimilitud y los cambios de
escala de los fractales para relacionar la micro y macro historia. La parte en
que discute estos paralelismos es muy interesante; por ejemplo cuando explica
la autosimilitud a diferente escala de la conducta de Stalin que va de matar a
un loro y a un perro que le molestaban, a eliminar a miles de opositores y
millones de conciudadanos…¿También le molestaban?
Según Gaddis, la ciencia representa la realidad con modelos
y la historia con mapas. Los mapas, como la historia, son distintos según la
finalidad que tengan (gasolineras, monumentos, etc.). Para que la
representación se adapte a la realidad, hacen falta algunos procedimientos
adicionales:
-
Una preferencia por la sobriedad en las consecuencias,
pero no en las causas.
-
La subordinación de la generalización a la narración.
-
La distinción entre lógica intemporal y lógica ligada al
tiempo.
-
La integración de inducción y deducción.
Dice que la narrativa histórica procede con “experimentos
mentales”, como lo hace la filosofía desde siempre o la física de Galileo, Einstein,
Maxwell o Schrodinger; imaginando un escenario y deduciendo las consecuencias,
alternativas, variables, retroverificación o predicción. La diferencia es que
en matemáticas, física o biología, los modelos imaginarios pueden ser
corroborados o refutados por observaciones… ¿Cómo se verifica un paisaje
(modelo) histórico?
Hay otra diferencia que Gaddis no afronta y que complica
enormemente la cuestión metodológica en historia y las humanidades en general: ¿Cómo
librarse del sesgo ideológico en la investigación histórica?
Buen intento de conciliar el método histórico y el
científico aunque, para lograrlo, atribuye al último más elasticidad de la que
podíamos sospechar. Que la ciencia estudie fractales, sistemas complejos y
caóticos, no significa que haya dejado de ser reduccionista; sin reducción no
habría modelos ni teorías predictivas refutables. Las interpretaciones
históricas discuten entre sí durante decenios o siglos, sin que una de ellas
prevalezca sobre otras y sea aceptada unánimemente. En historia, los hechos
observables, si los hay, se ocultan bajo capas de interpretaciones; una fuente
no es un hecho, es una interpretación, y lo primero que hay que establecer es
su fiabilidad.
Para avanzar en ciencia hay que hacerse la pregunta correcta
y buscar respuestas en hechos observables; determinar donde pescar, tirar la
caña y comprobar si el pez tiene la forma y tamaño esperados. En historia,
pescamos en el mar del pasado donde ya no hay peces; tiras la caña y sacas un
pedazo del texto de un antiguo pescador que habla de peces.
Me queda una duda: en ciencia, la teoría más reciente refuta
o completa la teoría anterior; en historia (y en humanidades en general)
coexisten numerosas teorías o interpretaciones. Parece más correcto comparar la
historia, por un lado, con la ciencia más la ciencia-ficción juntas, por otro.
NOTAS
(1) Marc
Bloch: El oficio de historiador
(2) E. H.
Carr: ¿Qué es la historia?
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