Título originalThe Fall of the Roman Empire: a New History of Rome and the Barbarians
TraductorTomás Fernández Aúz; Beatriz Eguibar
Páginas704
IdiomaEspañol
Publicación2005 (2006)
EditorialCrítica
Desde la gran epopeya de Gibbon, “La caída del Imperio
Romano” de Heather, quizá se la mejor narrativa panorámica del todavía
enigmático derrumbamiento de la Europa romana. Sin menoscabo del rigor, aquella
solemnidad irónica de Gibbon la continua Heather, en versión más actual:
“Y en el transcurso
del siglo V, la porción occidental del imperio romano, junto con todas las
estructuras y procedimientos que había alimentado durante siglos, dejó de
existir, dejando tras de sí el cadáver que constituye el tuétano de este libro.”
La arrolladora presión de los hunos empujó a los godos a
migrar masivamente hacia el sur y los mermados ejércitos imperiales no pudieron
hacer frente al coladero. El Imperio Oriental, involucrado en las guerras con
los persas y los hunos, no pudo acudir en ayuda de occidente y la
migración-invasión resultó imparable. Dicho así parece sencillo, pero, en
detalle, es un impresionante caos de alianzas y choques entre decenas de tribus
godas, los hunos, los ejércitos de los dos imperios y guerras civiles internas
en cada uno de los bandos. La mayor hazaña es la Peter Heather que logra hacer
comprensible al lector ese intrincado embrollo con una narración ágil, vibrante
y colorista de más de 700 páginas en las que no escatima joviales toques de
humor:
“Los romanos conocían
la calefacción central, tenían un tipo de sistema bancario basado en principios
capitalistas, y disponían de fábricas de armas e incluso de asesores políticos,
mientras que los bárbaros eran simples agricultores con cierta inclinación por
los prendedores decorativos.”
El título de la obra es significativo si lo comparamos con
el paradigmático de Gibbon. Edward Gibbon tituló su monumental obra como
“Decadencia y caída”, mientras Heather lo deja solo en “La caída”. Y ahí está
la diferencia: para Heather no hubo tal decadencia y lo argumenta aludiendo a “los muchos ejemplos de cooperación entre
bárbaros y romanos, así como de interacción no violenta.” Para Heather,
Roma no estaba debilitada y la invasión goda tuvo las causas naturales que
puede tener un alud. Por supuesto, el cristianismo nada tuvo que ver con la
debilidad romana; Constantino lo oficializó para aprovechar sus sólidas
estructuras locales y la sustitución del politeísmo por el monoteísmo fue
gradual y, en líneas generales, incruenta. Yo creo que la polémica no está
resuelta, que la invasión goda, básicamente analfabeta (sus masas y sus
líderes), favoreció la consolidación del cristianismo que quizá, en un mundo
romano con élites y burocracias cultas, hubiera acabado por disolverse en una
filosofía más como los estoicos, epicúreos o neoplatónicos. Heather pasa por el
tema de perfil. Para saber sobre el contexto espiritual donde nació el
cristianismo hay que leer a Dodds (1) y Brown (2), y para entender sus
estrategias de expansión a MacMullen (3). Heather está del lado de la tesis de
la “transformación”, aunque yo creo que su propia narración de los pormenores
la desmiente al quedar claro que Roma cayó porque la empujaron (desde dentro y
desde fuera). Bryan Ward-Perkins, un poco en soledad, defiende la tesis del
“derrumbe” y el colapso de la civilización.
El libro comienza con un episodio de “La guerra de las
Galias” de Julio Cesar: la traición de Ambiorix, la emboscada de los eburones y
el suicidio en masa de los legionarios supervivientes. Es un relato de ritmo cinematográfico que
ilustra como funcionaban las legiones en el año 54 A. C. Nunca se rendían y
siempre cobraban las deudas: “Si los
custodios de la impedimenta estaban dispuestos a luchar durante un día entero
sin esperanza de éxito y a suicidarse en bloque antes que rendirse, los
enemigos de Roma iban a verse en un grave aprieto.”
Luego, para situarnos en el contexto del siglo IV D. C. y
compararlo con la Roma de César 400 años antes, recurre a siete discursos y
unas novecientas cartas del senador y gran terrateniente romano Aurelio Símaco
cuya correspondencia “resulta fascinante
por el enorme número de sus corresponsales y por la luz que arroja sobre
distintos aspectos del estilo de vida que llevaban los romanos de la Roma
tardía.”
Sigue la misma técnica cinematográfica del salto temporal de
400 años al contarnos el viaje de Símaco a Tréveris para entregar el oro de la
corona a Valentiniano I.
Se trata de una historia cercana al estilo tradicional centrada en acontecimientos y personajes: Aecio,
el último general romano y su lucha, trágica y desesperada, por salvar el
Imperio; Gala Placidia, hermana y esposa de emperadores; Atila y los hunos, sobre
los que hace un relato exhaustivo de sus costumbres y formas de guerrear. Gran
parte del libro es historia militar contada con brillantez y todo tipo de
detalles: las guerras del Danubio, Hispania y África; las alianzas y las
batallas con los hunos; un análisis (basado en los Notitia Dignitatum) de la pérdida de capacidad militar por los
desequilibrios entre ejércitos de campaña y las tropas de guarnición… Todo ello
impregnado de una saludable pedagogía sobre la interpretación de las fuentes a
las que hay considerar con las precauciones debidas a “vendedores de coches
usados”.
Para Heather el empuje de los hunos causó las oleadas de invasiones
de los años 376 y 405 a 408. La pérdida permanente de territorios generó una
formidable disminución de ingresos al estado central y, finalmente, el imperio
de Occidente se disolvió porque se establecieron demasiados grupos extranjeros
en sus territorios, y porque éstos expandieron sus posesiones mediante la
guerra.
Si pesáramos el texto dedicado a la historia interna del
Imperio y la historia de los “bárbaros”, la balanza se inclinaría del lado de
los últimos. Al fin y al cabo Heather, es uno de los mejores especialistas en
las tribus germánicas.
Vibrante narración de alturas épicas y excelencia académica a
ritmo cinematográfico. Macaulay dijo algo así como que un buen libro de historia
debería poder reemplazar, en la mesita de noche, la última novela que leía una
joven dama. Salvando las distancias, en beneficio del libro de Heather, éste
podría ser el caso.
(1) E. R. Dodds: Paganos y cristianos en una época de angustia (1968)
(2) Peter Brown: El primer milenio de la cristiandad, Crítica, 1997
(3) Ramsay MacMullen: Christianizing the Roman Empire: AD 100-400 (1984)
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