jueves, 19 de julio de 2018

ANZUELO PARA ESPÍAS - (Bernard Samson 04) de Len Deighton - ¡Deslumbrante! - Valoración 10/10

Título original: Spy Hook
Traducción de Francisco Martín
Planeta 1990
 Páginas 268

Haydon también daba por cierto que los servicios secretos eran la única medida válida de la salud política de una nación, la única expresión auténtica de su subconsciente.”
John Le Carré – El topo
El género del espionaje se alimenta de dos rasgos esenciales de la naturaleza humana: la falsedad y la doblez.
“Se le da a un burócrata una perrera de madera y acaba convertida en un zoológico de lujo con un edificio para oficinas.”
Len Deighton – Sedal para espías

Sobre Len Deighton (y John Le Carré)
La inmersión en las complejas tramas de Len Deighton es una experiencia desconocida para el lector moderno de thrillers, impaciente por desenmascarar al malo, segregar adrenalina en la persecución y llegar a un final explosivo. Leer a Deighton es otra cosa. Te sitúa en otras esferas, cotas más altas, maneras más sublimes de disfrutar el thriller. Deighton propone una forma única de intriga; si aceptas el juego, quedarás deslumbrado y emocionado.
La comparación con John Le Carré es inevitable. No la descarto, para más adelante, si me decido a releer algunas de las primeras novelas de Le Carré como, por ejemplo, la “Trilogía de Karla”. Puedo señalar, sin embargo, una diferencia importante: con todas las reservas que queramos, en la saga de Smiley hay un propósito, una voluntad de creer en el compromiso moral de los servicios de inteligencia con su país; en las novelas de Samson, no veo ni rastro de esas buenas intenciones. Le Carré escribió las novelas de Smiley en los años 60 y 70 coincidiendo con la aparición de la serie Harry Palmer de Len Deighton (que no he leído). La serie Bernard Samson se compone de 9 novelas organizadas en tres trilogías. Deighton las escribió entre 1983 y 1996 y se desarrollan en el contexto de los años finales de la “Guerra Fría” que involucran a la Stasi, el KGB, la CIA y los servicios secretos británicos (SIS). Yo leí la primera trilogía, “Juego, Set y Partido” en los 80 y quedé impresionado por su fino humor y la sutileza de los diálogos. Después, no sé por qué, le perdí la pista. Ahora leeré de un tirón las dos trilogías siguientes: “Anzuelo, Sedal y Plomo”, y “Fe, Esperanza y Caridad”. A diferencia de Le Carré, Len Deighton dejó el género de espionaje después de la caída del muro de Berlín, lo que ha sido causa, creo, de un injusto olvido. Quizá sea la hora de reeditar las tres trilogías de Bernard Samson.

Sobre la saga de Bernanrd Samson.
Siempre se dice aquello de que tal novela pertenece a tal saga, pero puede leerse independientemente. No nos engañemos; casi nunca es cierto. Supongo que las editoriales lo dicen para tranquilizar al lector, para que no se sienta obligado a comprar diez o doce libros y empezar por el primero. Poder, se puede; pero no es lo mismo. Y menos si hablamos de la monumental saga de Len Deighton. Reconozco que las andanzas de Bernard Samson pueden parecer caprichosas o desconexas, por falta de una visión general del plan, y desalentar al lector de orden. Esto es así por una brillante estrategia narrativa apoyada en una poderosa razón de inteligencia: Samson, que narra las cinco primeras novelas en primera persona, para hacer creíble la deserción de Fiona, debe ignorar el plan y reaccionar, a ojos del KGB, como un marido traicionado. Si Samson, el narrador, ignora el plan, tampoco lo conocerá el lector hasta “Plomo para espías”, la sexta novela. Empezar por ésta es una tentación, pero no una opción: del mismo modo que las cinco primeras novelas no se entienden hasta leer “Plomo”, ésta resulta un galimatías si no has luido las anteriores. No creo que exista una saga de arquitectura tan interdependiente y perfecta. Por suerte, porque armar el puzle que propone Deighton es uno de los goces que ofrece la serie.
Bernard Samson se crio y educó en Berlín donde su padre, Brian, era Jefe de Campo de los servicios secretos británicos. Desde muy jóvenes, Bernard y su amigo Werner Volkmann, hicieron pequeños trabajos de espionaje encargados por el padre. Luego pasó a Londres donde trabajaba a las órdenes de Dicky Cruyer, a quien consideraba incompetente y peligroso. Se casa con Fiona, una brillante agente con la que tiene dos hijos; pero pronto – en la primera trilogía -, Fiona se pasa al KGB sin informar a Samson. Éste queda muy resentido y sufre el ostracismo por parte de jefes y compañeros de quienes desconfía. Se entregará en cuerpo y alma a desentrañar las causas de la deserción de Fiona mientras trata de salir indemne de las diversas operaciones y trampas en las que se ve envuelto.
Debido a sus orígenes modestos, ajeno a los círculos de Oxbridge, Samson siente una innata aversión hacia la alta burocracia de los servicios de inteligencia, que viven para el ascenso en el escalafón y cuya meta es jubilarse con un título de Sir. Su mirada, rara vez neutra, busca el contraste entre lo aparente y lo real, detecta la mancha en el cuadro perfecto, la tara en la pieza de cerámica exquisita, el traspiés en la representación redonda. Pero sus adversarios, lejos de ser ineptos, maniobran con habilidad, y siempre queda la duda de si no será Samson el que ignora los últimos propósitos, como una marioneta que se cree autónoma sin notar los hilos que la mueven.
Lo que hace, básicamente, Bernard Samson, es hablar con unos y otros, y desconfiar de todos. Los encuentros, ya sean casuales o buscados, en superficie, no parecen más que charlas intrascendentes o meros chismorreos entre viejos conocidos; pero, como el lector intuye, en el fondo se va tejiendo una vaga red de indicios, que, entrecruzados, irán dando cuerpo a la trama principal. Bernard se mueve en un contexto de intrigas burocráticas, rivalidades y ambiciones personales, operaciones secretas de suma cero en que todos juegan a neutralizar al contrario sin resultado práctico alguno. Una interminable partida de ajedrez en la que sólo se permite la muerte de algunos peones, y, cuya trascendencia histórica queda en entredicho.
Bernard Samson es el eslabón perdido entre Philip Marlowe y Bernie Gunther.

Sobre el estilo.
Como el mismo Deighton asegura: “Lo que puedo trasmitir a través del diálogo, procuro eliminarlo de los pasajes descriptivos.” Esa es su arma estilística principal: un puzle exquisito de diálogos incisivos combinado con la descripción lateral, oblicua, de los rasgos físicos y psicológicos del personaje. En la línea de la tradición de los grandes humoristas ingleses (Kingsley Amis, Anthony Burgess o Hillary Waugh), Deighton ataca a sus personajes por los flancos, y busca el lado insólito, el detalle chocante, el contraste entre la palabra y el gesto. Bernard Samson, protagonista y narrador en primera persona, es, como mínimo, frío e irónico, y a menudo, cáustico y mordaz; un puñetero paranoico con causa, que no se fía, literalmente, ni de su padre.
En la sexta novela de la serie, “Plomo para espías”, Deighton detalla la historia completa, sólo entrevista en las cinco novelas anteriores, ofreciendo la versión de otros personajes. Gloria, Fiona, los jefes y colegas de Samson, explican los sucesos desde sus puntos de vista que trastocan y cuestionan su, hasta ahora, único relato, posiblemente distorsionado. Se han sembrado dudas sobre la fiabilidad de Bernanrd Samson.

“Anzuelo para espías.”
En “Anzuelo para espías” Bernard vive con Gloria, joven agente a la que dobla la edad, y sus dos hijos. Lo envían a Washington para que intente convencer a su excolega Jim Prettyman de que viaje a Londres a dar explicaciones sobre unos fondos desaparecidos. No lo consigue y, de regreso a Londres, se entera de que Prettyman ha muerto acribillado a tiros. Todos sus contactos intentan disuadir a Samson que deje de escarbar en la fuga de su mujer Fiona, hasta que el Director General ordena su detención.
Todos los personajes, casi sin excepción, tienen una cara oculta y segundas intenciones; es el caso de Theodor Kiss “Dodo”, pariente lejano de Gloria, astuto y versátil estafador que intenta matar a Samson. O pasados oscuros, revelados a retazos en cortes de diálogos, como las hermanas Winter (Inger y Lisl), una furibunda nazi y otra, protectora de judíos, había criado a Werner Volkmann, el único amigo de Bernard.
La novela es una soberbia ejecución de historias y diálogos cruzados que, alternativamente, iluminan y oscurecen zonas del pasado y tienden hilos, frágiles y eventuales, que conectan sucesos del presente. Pero nada parece claro y definitivo. El final deja a Bernard en un callejón sin salida. ¿Qué pasará en “Sedal para espías”?

Lo dejo con una de las perlas Samson: “A veces me pregunto si las dudas y reservas que mostró mi generación hacia el capitalismo fueron la consecuencia de haber sido arruinados y humillados por nuestros padres en aquellas tardes de domingo jugando al Monopoli”
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