FE. Planeta, 1997. 363 páginas
ESPERANZA. Planeta, 1998. 311 páginas.
CARIDAD. Planeta 1999. 294 Páginas.
Sugerencia a los editores: ¿No sería el momento de reeditar
las tres trilogías de Bernard Samson? ¿Qué tal en tres volúmenes, uno por cada
trilogía? Ahí lo dejo. Por mi parte, debido a su incuestionable unidad, voy a
reseñar en una sola entrada la tercera y última trilogía “Fe, Esperanza y
Caridad”.
En “Fe”, Bret es Adjunto al Director General y Gloria su
ayudante. Samson y Werner tienen la misión de pasar a occidente a “Verdi”, un
jefe de informática del KGB que, además, tiene información sobre la muerte de
Tessa. En “Esperanza”, Bernard y Dicky Cruyer viajan a Zurich y Polonia
siguiendo los pasos de George Kosinski, el esposo de Tessa, que resulta ser un
espía de los servicios de inteligencia polacos. Ofrece una imagen miserable de
la Polonia comunista. En “Caridad”, Bernard trabaja como segundo de Frank
Harrington en Berlín y sigue investigando la muerte de Tessa. Habla con Silas
Gaunt cuando éste es retirado definitivamente, y saca sus conclusiones, aunque
no obtiene ninguna confesión. Bernard comprende toda la trama, incluido el
papel de su amigo Werner, pero se aviene a un apaño final, orquestado por Bret,
muy decepcionante para el lector.
Samson no tiene motivaciones ideológicas explícitas. Entró
en el SIS muy joven, de la mano de su padre Bryan, jefe de la delegación de
Berlín en la postguerra, y aprendió a moverse en el turbio mundo del espionaje
donde la desconfianza es la clave de la supervivencia. Es un agente de campo
(él y Werner parecen los únicos) y desprecia a los “chupatintas”, los mandos
educados en Oxbridge que manejan los destinos de las personas como si fueran
peones de ajedrez y, cuando tienen que actuar sobre el terreno, hacen el ridículo.
La parte menos consistente es la trama sentimental. Como si,
Deighton, movido por una pudorosa discreción, llegara al reconocimiento tácito
de que él no entiende de eso: de relaciones de pareja, de intimidad y de cosas
así. Es significativo que en las seis novelas leídas no hay ni una sola escena
de contenido sexual, y explicaría el escueto desarrollo y la resolución abrupta
del dilema Fiona-Gloria de Samson. La carta final de Fiona afirmando lo que
nunca ha demostrado, su amor incondicional por Bernard y sus hijos, suena a
giro improvisado de novela romántica barata.
Otro punto débil es la “Operación Plomo” como proyecto
principal de inteligencia. Parece, si no ilusorio, ingenuo, que infiltrando a
Fiona en la Stasi para obtener información de los colectivos anticomunistas
(principalmente religiosos), se consiga fomentar la disidencia de las clases
profesionales de Alemania del Este para provocar el hundimiento de su economía
y la implosión del régimen comunista. Deighton lo sabe y lo hace patente al mostrarnos
que el cabecilla de uno de los grupos religiosos de oposición, un sacerdote, trabajaba
para la Stasi. No creo que Deighton pretenda relacionar la “Operación Plomo”
con la caída del Muro de Berlín (1989). “Caridad” se publicó en 1996 y la
acción transcurre en 1988, pero Fiona ya había desertado en “El juego de Berlín”
que se publicó en 1983. La RDA y el Muro se desplomaron por la propia
descomposición del régimen, y lo que Deighton quiere mostrar es la irrelevancia
de las redes de espionaje, juegos mortales de suma cero.
Pero ni la trama sentimental ni la justificación de la
“Operación Plomo” son importantes. La saga Bernard Samson está hecha para
disfrutar de los detalles, de las numerosas subtramas que, como un mecano
imposible, van armando una arquitectura genial; de la perspicacia para
caracterizar personajes enfocando a sus flancos; del ritmo vertiginoso de la
frase, de cierta poética rotunda en la descripción; del dominio de las técnicas
del diálogo como nadie lo hizo antes ni después, al menos en su género. Len
Deighton posee un don, el instinto sutil de hacer que el suspense no decaiga ni
en una sola página.
Leídas de un tirón las seis novelas de la segunda y tercera
trilogía, había decidido saltarme la relectura de la primera, “Juego, Set y Partido”,
que ya había leído en los 90, pero después de tantear otras opciones de lectura
veraniega (algo de Richard North Patterson, “Infiltrada” de D. B. John, o algo
de James L. Carter), decido volver a Deighton. Lo echo en falta. De verdad.
(Más sobre la saga Bernard Samson en la reseña de “Anzuelo para epías”)
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