domingo, 8 de julio de 2018

AZUL DE PRUSIA (Bernie Gunther 12) de Philip Kerr - Gunther ya es sello de garantia - Valoración 9/10

Título original: Prussian Blue
© Philip Kerr, 2017.
© de la traducción: Eduardo Iriarte Goñi, 2018.
Nº de páginas: 544 págs.
Editorial: RBA LIBROS

El Azul de Prusia es un pigmento que se utiliza como antídoto del envenenamiento por Talio. Envenenarlo con Talio es con lo que Erich Mielke, director adjunto de la Stasi, amenaza a Bernie Gunther si se niega a cumplir un encargo. El encargo es ir a Inglaterra y envenenar a Anne French, su oponente en la anterior novela “El otro lado del silencio”. Frederich Korsch, antiguo ayudante de Gunter que ahora trabaja en la Stasi, debe acompañarlo a Inglaterra y asegurarse que cumpla la misión. Estamos en la Riviera francesa, año 1956.
La novela tiene dos hilos argumentales: Uno en 1956, el presente del relato, en que Gunter intenta escapar de Korsch atravesando Francia hasta llegar a Alemania Occidental. El segundo en 1939, en “La Casa del Té”, residencia de descanso de Hitler en Obersalzberg, una montaña de los Alpes bávaros, según todos, la verdadera cancillería alemana. Una semana antes de la llegada del Führer para celebrar su 50 aniversario, Karl Flex, un ingeniero a las órdenes de Martin Bormann, muere en una terraza de la residencia asesinado por el disparo de un francotirador. La seguridad de Hitler está en riesgo, y, a petición de Bormann, Heydrich asigna a Gunter la misión de descubrir al asesino. Le acompaña Frederich Korsch, por entonces, su hombre de confianza.

En “La Casa del Té”, también llamada Berghof (casa de campo), o “Nido del Águila”, Hitler se rodeaba de adeptos, gente de confianza que lo consideraban un visionario que quería devolver a Alemania su gloria legítima. Bormann, el secretario personal de Hitler, dirigía las obras de Berghof y la urbanización de la cercana ciudad de Berchtesgaden, donde se instalaría el gobierno en la sombra de Alemania. Allí Bormann había tejido una despiadada red de corrupción: expropiaciones forzosas, sobornos, comisiones de las constructoras… No había ningún negocio que no controlara y del que no sacara tajada. Gunter tenía la doble misión de resolver el asesinato discretamente y de obtener información que Heydrich pudiera usar contra Bormann.

La estupenda saga del comisario Gunther es otra manera, amena y apasionante, de recorrer el camino que Ian Kershaw propone en el prólogo de su monumental biografía de Hitler:
“(…) lo que ha seguido interesándome durante la elaboración del libro ha sido la cuestión de cómo fue posible Hitler: no sólo cómo pudo obtener el poder del estado un aspirante tan absolutamente impropio, sino cómo consiguió ampliar ese poder hasta hacerlo absoluto, de tal forma que hasta los mariscales de campo estuvieran dispuestos a obedecer sin vacilar las órdenes de un antiguo cabo, e incluso «profesionales» capacitados e inteligencias agudas de todos los sectores de la vida estuvieran dispuestos a prestar una obediencia aerífica a un autodidacta cuyo único talento indiscutible era el de saber avivar las emociones más viles de las masas. Si la clave de esa cuestión no podemos considerar en primer lugar que se halle en esos atributos de la personalidad de Hitler, por sí solos, de ello se deduce que ha de buscarse ante todo en la sociedad alemana, en las motivaciones políticas y sociales que colaboraron en la creación de Hitler.”

Algo que sorprende en las novelas de Bernie Gunther es la perfecta inserción de sus tramas policiales en el marco histórico y social. Sin duda, Kerr, se documenta a fondo para explicar la sociedad que hizo posible a Hitler, sosteniéndolo hasta llegar a la propia autodestrucción. Cuando Gunther interactúa con distintos personajes: creyentes nazis, oportunistas, psicópatas, ingenuos, los que miran a otro lado, los que culpan a la camarilla de los “errores” de Hitler…, está radiografiando la sociedad alemana mientras se precipita al abismo.

Si te entretienes en pasar los nombres de algunos personajes por la Wikipedia, incluso los secundarios, notarás que muchos de ellos, su papel histórico y su biografía, son absolutamente reales. Puedes pinchar, por ejemplo, a Erich Mielke, el jefe de la Stasi, o a Gerdy Troost, la arquitecta amiga de Hitler. Y hay más. Si al terminar la lectura de “Azul de Prusia” te quedas con ganas, pinchar nombres de personas y lugares en la Wiki es una manera de prolongar el placer, y, de paso, aprender historia.
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