Título original: Prussian Blue
© Philip Kerr, 2017.
© de la traducción: Eduardo Iriarte Goñi, 2018.
Nº de páginas: 544 págs.
Editorial: RBA LIBROS
El Azul de Prusia es un pigmento que se utiliza como
antídoto del envenenamiento por Talio. Envenenarlo con Talio es con lo que Erich
Mielke, director adjunto de la Stasi, amenaza a Bernie
Gunther si se niega a cumplir un encargo. El encargo es ir a Inglaterra y envenenar
a Anne French, su oponente en la anterior novela “El otro lado del silencio”. Frederich
Korsch, antiguo ayudante de Gunter que ahora trabaja en la Stasi, debe
acompañarlo a Inglaterra y asegurarse que cumpla la misión. Estamos en la
Riviera francesa, año 1956.
La novela tiene dos hilos argumentales: Uno en 1956, el
presente del relato, en que Gunter intenta escapar de Korsch atravesando
Francia hasta llegar a Alemania Occidental. El segundo en 1939, en “La Casa del
Té”, residencia de descanso de Hitler en Obersalzberg, una montaña de los Alpes
bávaros, según todos, la verdadera cancillería alemana. Una semana antes de la
llegada del Führer para celebrar su 50 aniversario, Karl Flex, un ingeniero a
las órdenes de Martin Bormann, muere en una terraza de la residencia asesinado
por el disparo de un francotirador. La seguridad de Hitler está en riesgo, y, a
petición de Bormann, Heydrich asigna a Gunter la
misión de descubrir al asesino. Le acompaña Frederich Korsch, por entonces, su
hombre de confianza.
En “La Casa del Té”, también llamada Berghof (casa de
campo), o “Nido del Águila”, Hitler se rodeaba de adeptos, gente de confianza
que lo consideraban un visionario que quería devolver a Alemania su gloria
legítima. Bormann, el secretario personal de Hitler, dirigía las obras de
Berghof y la urbanización de la cercana ciudad de Berchtesgaden, donde se instalaría
el gobierno en la sombra de Alemania. Allí Bormann había tejido una despiadada
red de corrupción: expropiaciones forzosas, sobornos, comisiones de las
constructoras… No había ningún negocio que no controlara y del que no sacara
tajada. Gunter tenía la doble misión de resolver el asesinato discretamente y
de obtener información que Heydrich pudiera usar contra Bormann.
La estupenda saga del comisario Gunther es otra manera,
amena y apasionante, de recorrer el camino que Ian Kershaw propone en el prólogo de su monumental biografía de
Hitler:
“(…) lo que ha seguido
interesándome durante la elaboración del libro ha sido la cuestión de cómo fue
posible Hitler: no sólo cómo pudo obtener el poder del estado un aspirante tan
absolutamente impropio, sino cómo consiguió ampliar ese poder hasta hacerlo
absoluto, de tal forma que hasta los mariscales de campo estuvieran dispuestos
a obedecer sin vacilar las órdenes de un antiguo cabo, e incluso
«profesionales» capacitados e inteligencias agudas de todos los sectores de la
vida estuvieran dispuestos a prestar una obediencia aerífica a un autodidacta
cuyo único talento indiscutible era el de saber avivar las emociones más viles
de las masas. Si la clave de esa cuestión no podemos considerar en primer lugar
que se halle en esos atributos de la personalidad de Hitler, por sí solos, de
ello se deduce que ha de buscarse ante todo en la sociedad alemana, en las
motivaciones políticas y sociales que colaboraron en la creación de Hitler.”
Algo que sorprende en las novelas de Bernie Gunther es la perfecta inserción de sus tramas policiales en
el marco histórico y social. Sin duda, Kerr, se documenta a fondo para explicar
la sociedad que hizo posible a Hitler, sosteniéndolo hasta llegar a la propia
autodestrucción. Cuando Gunther interactúa con distintos personajes: creyentes
nazis, oportunistas, psicópatas, ingenuos, los que miran a otro lado, los que
culpan a la camarilla de los “errores” de Hitler…, está radiografiando la
sociedad alemana mientras se precipita al abismo.
Si te entretienes en pasar los nombres de algunos personajes
por la Wikipedia, incluso los secundarios, notarás que muchos de ellos, su
papel histórico y su biografía, son absolutamente reales. Puedes pinchar, por
ejemplo, a Erich Mielke, el jefe de
la Stasi, o a Gerdy Troost, la
arquitecta amiga de Hitler. Y hay más. Si al terminar la lectura de “Azul de
Prusia” te quedas con ganas, pinchar nombres de personas y lugares en la Wiki
es una manera de prolongar el placer, y, de paso, aprender historia.
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