Título original: Faithful Place (2010)
Traducción: Gemma Deza Guil
Serie: Garda 03
RBA Libros (2013)
Páginas 544
“Así que deja ya de revolotear como una virgen
agarrándose las bragas y dime qué opinas de la teoría del detective Kennedy.”
Así las gasta Frank Mackey, el narrador de “La última noche de Rose Day”.
A mediados del 2012 dejé la lectura de “En el silencio
del bosque” y cerré mi puerta de lector impaciente a Tana French con el
comentario: “estilo sobrecargado y progreso lento” (lo veo en la Excel donde
registraba mis lecturas). Hice un segundo intento a finales del mismo año con “El
lugar de los secretos” y lo mismo, la dejo con el comentario: “no estoy
para novelas de adolescentes”. Este agosto de 2019 leo de un tirón cuatro
novelas de su serie Garda y me convierto en un devoto incondicional de
esta magnífica escritora. ¿Qué ha cambiado? Pues supongo que quería una lectura
de descanso y me hallaba mejor dispuesto a abordar algo largo y prolijo (estuve
dudando entre la French y Memoria traidora, la única novela de Elizabeth
George traducida al catalán), me decidí por “Intrusión”, me gustó y puse la
quinta dispuesto a devorar la serie entera. Resultado: Tana French, apartada a
un lado en su día, pasa a ser una de mis escritoras favoritas.
“Faithful Place es una angosta calle sin salida enclavada
en medio del caos, como un giro equivocado en un laberinto. Está a diez minutos
a pie del Trinity College y de la elegante calle comercial Grafton, pero en mi
época no estudiábamos en Trinity y los alumnos de la universidad no se dejaban
caer por nuestros lares. No era una zona peligrosa, sino simplemente marginal,
poblada por obreros, albañiles, panaderos, parados y algún que otro suertudo
que trabajaba en la cervecería Guinness y disfrutaba de cobertura sanitaria y
clases nocturnas.”
Frank Mackey es en la actualidad un detective de
operaciones encubiertas en Dublín. De mediana edad, divorciado de Olivia,
abogada e hija de padres acomodados. Tienen una niña, Holly, de nueve años a la
que Frank recoge los fines de semana. Hace 22 años, Mackey vivía con su familia
(padres y cuatro hermanos) en Faithful Place, una calle de un barrio pobre de Dublín.
Tenía 19 años y había decidido fugarse a Londres con su novia Rosie, pero el
día de la fuga, la espera durante dos horas y ella no se presenta. Frank piensa
que Rosie ha cambiado de idea, pero harto de una madre manipuladora y un padre alcohólico
y violento, decide marcharse solo. Durante más de veinte años no ha vuelto a
saber nada de Rose ni ha tenido contacto con su familia, hasta que recibe una
llamada de su hermana diciéndole que se ha encontrado la maleta de Rose en el
16 de Faithful Place, una casa abandonada y en ruinas. Frank regresa a su
barrio y descubre el cadáver de su primera novia en un boquete bajo una losa de
hormigón. Mick Kennedy, de la brigada de homicidios, se hace cargo del
caso y se niega a que Frank colabore arguyendo su implicación personal, pero
éste decide realizar una investigación paralela con la ayuda de Stephen
Moran, un simple patrullero incorporado como refuerzo en el equipo de
Kennedy. La hipótesis oficial de Mick es que Kevin, el hermano pequeño de
Frank, mató a Rose y al aparecer el cadáver 22 años después se suicida. Frank
no la comparte y buscará al culpable en la historia del vecindario y la
familia.
La inmersión de Frank en su viejo barrio del Dublín
proletario, el contraste entre un pasado duro y un presente degradado, forman
un cuadro memorable digno del mejor naturalismo de un Zola. Su voz de narrador
cínico, desarraigado de una sociedad donde la religión pesa como una losa, la
familia es una cárcel autoritaria y la sociedad un cepo de trampero, es el
principal atractivo de la, hasta ahora, la mejor novela de la serie.
“Personalmente considero la religión una gilipollez, pero
cuando tienes delante a una niña de nueve años sollozando que quiere saber qué
le ha ocurrido a su hámster, desarrollas una creencia instantánea por cualquier
cosa que alivie la pena de su rostro—. Claro que sí, cariño. Ahora mismo ya
estará ahí arriba, sentado en un banco de millones de kilómetros de longitud,
bebiéndose una Guinness del tamaño de una bañera y ligando con alguna chica
guapa.”
En Faithful Place el tiempo parece estancado. Si los hijos
tenían aspiraciones, los años las han devorado: “Pongamos por ejemplo a
Mandy, ¿vale? Es la viva imagen de su madre. Se casó a las primeras de cambio,
dejó de trabajar para cuidar de su familia, se convirtió en una buena esposa,
en una buena madre, y vive en la misma casa. Juro por Dios que lleva la misma
ropa que llevaba su madre. Y lo mismo ha sucedido con todo el mundo a quien
conocíamos: se han convertido en sus padres, aunque se dediquen a vociferar que
ellos son diferentes.”
Narra Frank Mackey, agente encubierto y padre de Holly, aquí
con 9 años, que con 16 interviene en “El lugar de los secretos”.
Mick Kennedy es el investigador a cargo y antagonista de Mackey que luego
narrará “No hay lugar seguro”. Aparece por primera vez Stephen
Moran, chupatintas del equipo de Kennedy e informador infiltrado de Mackey;
luego narrará “El lugar de los secretos” donde trabaja como segundo de Antoinette Conway. En “Intrusión”,
Moran vuelve a trabajar como segundo de Conway, pero narra ella. Visto así
parece un lio, la cosa pide a gritos un cuadro con novela, narrador, primer y
segundo protagonistas y apariciones cruzadas. Quizá lo haga cuando haya leído
las seis novelas de la serie.
Frank Mackey y Antoinette Conway, el uno cínico y taimado,
la otra dura y directa, son los dos personajes más interesantes de la serie.
Hacia el final de “El lugar de los secretos”, en el interrogatorio a Holly, los
dos mantienen una tensa confrontación que echa chispas. Para variar, os daré
uno de esos consejos que yo no aplico: leed la serie por orden y obtendréis el
placer añadido de ver como los personajes se agrandan al ser presentados desde
distintas perspectivas.
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