- Nº de páginas: 304 págs.
- Editorial: EL ACANTILADO 2011
El libro de Damasio me lleva al de Jonathan Israel y éste a
la biografía de Diderot que ahora reseño. Siempre he practicado el senderismo
bibliográfico, hoy, con internet, tan cómodo, y mucho más arduo y emocionante
en otros tiempos cuando, bocadillo en la mochila, hacia la ruta por bibliotecas
y librerías de Barcelona en busca del tesoro. El éxito no estaba asegurado,
pero proporcionaba la exaltación del viaje de descubrimiento.
El Diderot de Trousson es una biografía escrita con
contención y ceñida a los hechos conocidos. Nada que ver con los vuelos
especulativos de un Zweig o la imaginación novelesca de un Robert K. Massie
(1), muy respetables, por cierto. Trousson se limita a exponer lo que se sabe y
dejar constancia de lo que se ignora. Nos muestra al polemista defensor de la igualdad,
la democracia, la educación universal y laica, el azote de la iglesia, la
aristocracia y la monarquía… Al escritor frustrado de teatro, al omnívoro
articulista de la
Enciclopedia (sobre arte, oficios, filosofía, ciencias, política,
economía), su gran éxito póstumo con la novela Jacques el fatalista…Y al hombre
corriente, en zapatillas, preocupado por cuidar de su familia o apasionado y
decepcionado por sus amigos.
¿Qué destacar en la vida de Diderot? Su capacidad de trabajo
y honradez intelectual; su amistad y posterior ruptura con Rousseau, paladín de
la bondad natural del hombre y, él mismo un personaje huraño y desconfiado; su
intenso trabajo como director y redactor de L'Encyclopédie
durante 20 años en los que hubo de todo: satisfacciones, amenazas,
controversias, la traición del editor Le Breton que la esquilmó a sus espaldas…
Y mucho más. Con el prudente d’Alembert, alarmado por la
combatividad y el radicalismo de Diderot, pronto se distanció. Al ponerse
difíciles las cosas con L'Encyclopédie,
arreciado el acoso con denuncias y amenazas, d’Alembert dejó la codirección y
rompió las relaciones con Diderot, pero éste no dudó en cuidarlo como a un
hermano cuando el matemático cayó enfermo de gravedad. Relaciones frías con el
sibilino Voltaire que lo adulaba oficialmente y lo atacaba en secreto por su
ateismo y su dura crítica a la aristocracia.
No menos intrigante es su amistad con el barón von Grimm por
el que sentía una verdadera pasión y que éste no dudó en traicionar. Con
d’Holbach, bien, sin intimar demasiado. D’Holbach, cabeza de lista de los
ilustrados radicales, merece atención especial, aunque, de momento, no tengo
bibliografía a mano.
Otro capítulo es el de sus relaciones con Catalina la Grande de Rusia que lo
ayudó económicamente al comprar su biblioteca en vida, pagándola con
generosidad. Diderot, poco dado a los largos viajes, emprendió uno a San
Petersburgo como muestra de gratitud a Catalina. Los esfuerzos de Diderot por
lograr que Catalina pusiera en marcha reformas democráticas en Rusia no tuvieron
éxito. La emperatriz le dijo en una de sus cartas:
“Vos no trabajáis mas
que sobre el papel, que lo soporta todo; en él es todo coherente, flexible, y
no presenta obstáculos ni a vuestra imaginación ni a vuestra pluma, mientras
que yo, pobre emperatriz, trabajo sobre la piel humana, que es muy irritable y
quisquillosa”
Buena biografía de Diderot, que sabe a poco.
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