Traductor Damián Alou Ramis
Páginas 385
Idioma Español
Publicación 2000 (2001)
Editorial Plaza & Janés
Minette Walters es, quizá, la mejor escritora actual de
novela enigma y, por desgracia, poco conocida por estos lares. Sin ir más
lejos, en Elemental, el blog negro de El País, no hay una sola reseña de un
libro suyo. ¿Y eso? Pues no lo sé. Puede que no sea tan comercial como su
colega John Verdon que también se trabaja el género “enigma” con mucho más
éxito. ¿Menos comercial? ¿Por qué? Será que Walters toca muchas teclas y eso
requiere más esfuerzo y atención al lector. Pero en el esfuerzo está la
recompensa. Para ti y para mí, puede. Pero en los tiempos que corren…
El caso es que la
Walters se deja la piel en sus tramas en las que saca a la
luz capas geológicas de mierda psicológica y miseria social a base de
descomponer y hacer trizas a todos sus personajes. Veamos.
En 1978, Annie Butts (Annie la Loca), la única negra de la
calle Graham Road en Richmon, aparece muerta junto a unos
contenedores de basura. La señora Ranelagh, vecina de Annie y profesora de
instituto, insiste ante el sargento Drury, policía a cargo de la investigación,
en que Annie ha muerto asesinada, pero el caso se cierra como muerte
accidental. La profesora Ranelagh y su marido Sam, sometidos a un insoportable
acoso de sus vecinos, huyen fuera del país, primero a Hong Kong y luego a
Sidney en Australia. Al cabo de 20 años la señora Ranelagh y familia regresan a
Inglaterra con un enorme expediente y dispuesta a todo, con tal de que el caso
se reabra.
¿Qué expediente ha reunido Ranelagh en 20 años?
Casi nada: una montaña de cartas y correos electrónicos cruzados con vecinos y
expertos; fotografías forenses y de álbumes familiares; recortes de prensa;
informes internos de la policía, y más. Una megacampaña de recolección de
datos que ha sido posible gracias a que
ha sabido ganarse muchas complicidades manipulando a todo el mundo. ¿Cómo los
manipula? Pues como haga falta. Básicamente camelando o coaccionando. La
información que obtiene de uno la utiliza para exprimir a otro. Resultado: una
larga cadena de vicios ocultos, taras, rencores y prejuicios, infidelidades,
envidias y fingimientos, incompetencias y mala fe. Todos quedan expuestos,
incluida la misma Ranelagh y su marido Sam, que se auto infligen un implacable
harakiri emocional.
No recuerdo, en toda la literatura policíaca,
interrogatorios más sutiles, tenaces y descarnados que los que practica la
profesora Ranelagh. Son la pera. Palabra.
Walters es un hacha ventilando los trapos sucios de
individuos, parejas, familias y sociedad. Y una maestra miniaturista de la
trama. ¿Su pecado comercial? Yo veo dos. 1): que pase de compleja a retorcida;
lo primero gusta, lo segundo cansa. Y 2): que si apuntara, en lugar de a gente
corriente, a políticos u otros peces gordos, tendría el éxito asegurado. Yo he leído
tres novelas suyas y son fetén. En serio.
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