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Año edición 2015
Lo mío no tiene arreglo; es un descontrol total y va a peor. Y no voy a justificarlo: que si es un desorden organizado; que si lo que cuenta es la curiosidad insaciable; que hay que dejar que los libros compitan y gane el mejor…Tonterías, zarandajas, excusas de mal perdedor. En estos momentos tengo empezados: una biografía de Spinoza, otra de Diderot, una policiaca de Lawrence Block (solo porque en el título figura Spinoza), uno de George Steiner sobre el lenguaje, “La Ilustración Radical” de Jonathan Israel (no me iba a conformar con el que hoy reseño), el clásico de Paul Hazard, uno de Ed McBain (por si quiero relajarme)… y alguno más. Esto no es normal; es concupiscencia y desenfreno. Tengo amigos que cogen un libro, lo leen; cogen otro, lo leen, y así van, paso a paso, en orden y línea recta. En fin… tenía que decirlo. Como decía mi madre: “nen, no somiquis i afanya’t” (no lloriquees y espabila). Venga, al tajo con “Una revolución de la mente”.
Es uno de esos libros que hacen tambalear conceptos y
creencias que proceden de la versión homologada de la historia. Un libro que te
impulsa a barrer de una brazada los ilustrados oficiales que tienes sobre la
mesa, dejarla libre, e ir colocando en ella a los “tapados” radicales, los que
hasta hace poco eran juzgados como menores, secundarios relegados al rincón sombrío
de la historia intelectual. Con unos cuantos ya me lo olía: Voltaire, su
coqueteo con reyes y aristócratas, su desprecio por la chusma ignorante; Montesquieu,
con su relativismo cultural; Rousseau y su exaltación de lo irracional… Con
otros no tanto: Locke, Hume, Adam Smith, Kant…
En “Una revolución de la mente”, J. Israel hace una síntesis
de su monumental trilogía (más de 3.000 páginas) dedicada a estudiar el
pensamiento ilustrado (1). Lo que la obra grande era un desgranar sosegado de
las variedades contendientes del pensamiento ilustrado, su contexto histórico y
sus consecuencias, aquí marcha a toda velocidad, y el siglo XVIII aparece como
un hervidero de ideas, disputas y controversias entre radicales, moderados y la
“contra-ilustración” tradicionalista, pescando en río revuelto.
“Con frecuencia, la
tendencia moderada reaccionaba de manera consciente, e incluso desesperada,
ante el pensamiento radical que en todas partes se percibía como una amenaza
inmensamente peligrosa.” (2)
En “La Ilustración
Radical”, J. Israel hacía notar que la revolución ilustrada
fue un fenómeno europeo de consecuencias mundiales, más importante que el
Renacimiento y la Reforma,
y mucho menos estudiado.
Reacciones y consecuencias (para abrir boca):
1. Ya en 1705, el predicador holandés Johannes Aalstius,
sostuvo que el nuevo radicalismo y en especial el espinosismo ponen de cabeza
toda la estructura de
una moralidad de orden divino. Predijo que si tales influjos
ganaran amplia aceptación, en el futuro la humanidad sólo se preocuparía de la felicidad individual en
esta vida. Para muchos ésta parecía una perspectiva aterradora.
2. Johann Friedrich von Struensee (1737-1772), ministro en
Dinamarca, luchó por sacar adelante un programa enormemente ambicioso de
reformas sociales y políticas, incluido el
primer decreto oficial de la historia (el 4 de septiembre de 1770) que
proclamaba la libertad de prensa como un principio universal que beneficia
a la sociedad y promueve el avance del conocimiento. Detestado por el clero y
acusado de espinosista en una campaña de injurias de la misma prensa que él
mismo había liberado de la censura estatal, Struensee fue echado del poder por
sus críticos de la corte en 1771, juzgado por “traición” y ejecutado.
3. En Alemania, durante la primera década del siglo xvm tuvo
lugar la campaña pública
clave basada en las nuevas ideas filosóficas que trajo
consigo el fin del juicio y la quema de brujas.
4. En Venecia, entre 1700 y 1750, salió por primera vez la
mujer a la vida pública
como igual al hombre en intelecto, capacidades artísticas y
libertad personal.
“La Ilustración radical está constituida por un conjunto de
principios básicos que pueden ser resumidos brevemente en los términos:
democracia, igualdad sexual y racial, libertad individual en el estilo de vida,
libertad completa de pensamiento, expresión y prensa, erradicación de la
autoridad religiosa del sistema legislativo y educativo, y separación total de la Iglesia y el Estado.”
Hoy, casi 300 años después, ya nos gustaría a muchos que estos temas estuvieran
resueltos.
El autor analiza las posiciones en conflicto de las dos
tendencias ilustradas en torno a las cuestiones de:
-
El proceso y las dos maneras de mejorar el mundo.
-
La defensa de la democracia o de la sociedad
jerárquica.
-
El problema de la igualdad y la crítica a la nueva
economía de Adam Smith.
-
La crítica de la guerra y la búsqueda de la paz.
-
La filosofía moral.
-
Voltaire contra Spinoza, el precursor de los radicales.
No voy a entrar en el detalle de estas polémicas; sólo diré
que todas ellas, reproducidas con vigor y pasión por j. Israel, en la
actualidad siguen candentes y sin resolver. Como muestra, las objeciones de
Diderot a Turgot y Adam Smith, dos de los principales defensores de la libertad
de mercado: Diderot opinaba que en una sociedad desigual e injusta, el laissez faire, sin regulaciones y
frenos, era una visión demasiado estrecha. Los économistes habían olvidado simplemente los efectos sociales de la codicia. ¿Os suena?
Sobre el tema, hay otro libro que en su día no terminé. Lo volveré a intentar. Es éste:
Blom, Philipp: Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Anagrama, Barcelona, 2012.
Deberes: Echarles un ojo a autores ingleses de la Ilustración radical,
como Richard Price, Joseph Priestley, John Jebb, William Frend, William Godwin,
Mary Wollstonecraft y Tom Paine.
NOTAS
(1) Radical Enlightenment (2001), Enlightenment Contested
(2006) y Democratic Enlightenment
(2011). Hay traducción del primero La
Ilustración radical
(2012) Edit. Fondo de Cultura Económica.
(2) La Ilustración radical página
10.
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