Traductor Santiago del Rey
Páginas 320
Idioma Español
Publicación 2016 (2016)
Como si un Jim Thompson más sobrio y autocontrolado, sin
delirios psicológicos, hubiera escrito una novela de aventuras a lo Julio
Verne. Directo, al grano, limpio de polvo y paja; tan seco y despojado de
abalorios literarios, que te deja con una sensación, sutil y no buscada, de
imponente solemnidad. No hay trucos ni artificios, ni bromitas ni guiños, ni suspenses
pactados con la complicidad del lector; es la historia que anda sola, impulsada
por la fuerza bruta de la trama.
En el Volunteer, uno de los últimos balleneros del siglo XIX,
un puñado de tipos duros con un pasado oscuro que ocultar, se embarcan hacia
los mares árticos a la pesca de la ballena; al viejo estilo, arrimando con
botes y matando con arpones. Baxter, el propietario, y el capitán Brownlee, han
tramado un siniestro plan para estafar a la compañía de seguros. Patrick Sumner,
el médico a bordo, busca refugio después de ser expulsado del ejército en la India. Henry Drax, uno de los
arponeros, es un asesino psicópata que, en los tugurios del puerto, la noche
antes de embarcar, ya se ha cargado a dos personas. La cosa promete…Promete, y
cumple. El Volunteer parte hacía el Ártico y comienza una aventura llena de
peripecias, a lo Julio Verne, pero envuelta en mugre, pestilencias, vísceras,
sangre y heces. Hombres y animales se devoran unos a otros y entre si; y la
naturaleza, impasible, arrasa lo que queda. Hombres, animales y naturaleza
tienen algo en común: su crueldad implacable y fría indiferencia ante el
sufrimiento y la muerte.
La codicia empuja al ser humano a empresas absurdas,
condenadas al fracaso, que lo mete en problemas; resuelve los problemas con
violencia que trae más violencia, hasta que la violencia acaba con todo…, con
el ser humano y todos sus problemas. No hay mensaje, ni moraleja. Un misionero
le pide a Summer ayuda para civilizar a los esquimales; su respuesta es:
“—Yo no tengo ninguna verdad que ofrecerles.”
No soy aficionado a la novela de aventuras, pero si supiera
que hay más como ésta, las devoraría. Por el contrario, por aquello de que la
realidad supera la ficción, sí he sido muy aficionado a la narrativa de viajes,
muy popular en el siglo XIX, y origen del género de aventuras. Cada lectura
nueva me trae reminiscencias de lecturas anteriores, lejanas en el tiempo, pero
que han dejado huella. No sé, ni puedo, ni quiero hacer crítica comparativa con
otras grandes obras relacionadas, y me resistiré, en lo posible, a la tentación
de releer alguna de ellas (la pila de libros en cola, no me lo perdonaría). Por
si sirve a alguien, dejo una pequeña lista de apasionantes clásicos de
aventuras en esta nota (1).
NOTA
(1) Henry Morton Stanley: Viaje al África tenebrosa (1890)
Edgar Allan Poe: Narración de Arthur Gordon Pym (1838)
Ramón J. Sender: La aventura equinoccial de Lope de Aguirre
(1964)
Herman Melville: Moby-Dick (1851)
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas (1902)
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