Título original: Reversible Errors (2002)
Traducción: Maria Via Jiménez
Editorial: El Aleph (2003)
Páginas: 493
Sexta novela de la serie “El condado de Kindle”, una
ambiciosa comedia humana con trasfondo judicial en la que Turow enlaza con maestría
multitud de peripecias vitales de sus personajes con atractivos casos legales
en los que están envueltos. Ley y vida se funden en tensas historias de gente
común metida en graves problemas. “Errores reversibles” es una de las entregas
más valoradas por la crítica que la sitúa en todos los rankings de los mejores
thrillers judiciales.
En el 2001, Arthur Raven y su joven ayudante Pamela se hacen
cargo de la defensa de Rommy “Ardilla” Gandolph, un ratero de poca monta que se
encuentra en el corredor de la muerte sentenciado en 1992 por un triple
asesinato. Es la última apelación que se le concede. Muriel Wynn, la fiscal que
llevó la acusación en el primer juicio y Larry Starczek, el policía que detuvo
a Rommy, intentarán, ahora, que la apelación sea desestimada y tenga lugar la
ejecución.
El juicio y la condena se basaron en una investigación
superficial, pruebas circunstanciales y la confesión de Rommy forzada en el
interrogatorio humillante y abusivo realizado por Larry con prisas por cerrar
el caso y apuntarse el tanto. Durante la revisión del caso por el tímido e
inseguro, pero constante y tenaz Arthur Raven, aparecen nuevos elementos que
apuntan a la inocencia de Rommy y que Muriel y Larry intentan sortear para
evitar el desprestigio y el fin de sus carreras.
La novela se desarrolla en dos tiempos narrativos: la
primera investigación diez años atrás y las pesquisas actuales promovidas por Arthur
que, a medida que avanzan, revelan las manipulaciones de los numerosos personajes
implicados en defensa de sus propios intereses. En paralelo a la trama
judicial, Turow cuenta las historias personales perfectamente engarzadas, de varios
personajes principales y secundarios. Se centra, en especial, en contrastar dos
parejas: Muriel y Larry tuvieron una relación tórrida que no prosperó debido a
su ambición; Arthur y Gillian, el primero, tímido y acomplejado con las
mujeres, con una hermana esquizofrénica a su cuidado, la segunda fue la juez
que condenó a Rommy en 1992, adicta a las drogas, había cumplido condena por
corrupción. Los dos, a pesar del sobrepeso de sus equipajes vitales, intentan construir
una relación con la generosidad y comprensión mutua de almas muy dañadas.
Scott Turow es un
maestro en entrelazar casos legales complejos con historias personales complejas
a cargo de personajes complejos. No hay buenos ni malos, solo hombres y mujeres
que cometen errores y los agravan al intentar ocultarlos o repararlos. Flota,
en toda la serie del condado de Kindle, una especie de determinismo social y una
irresistible compulsión sexual que recuerdan más a los Rougon Macquart de Zola
que a la Comedia Humana de Balzac. Esa compulsión sexual estaba en la relación
de Rusty Sabich y Carolyn Polhemus de “Presunto inocente” y en el frenesí sexual
con que Sandy Stern reacciona al suicidio de su esposa Clara en “El peso de laprueba”. El determinismo se expresa en forma de deberes familiares que abocan a
su portador al fraude y al delito.
Me hubiera gustado, como es mi norma, releer a Turow en
catalán; pero, aunque parezca increible, no veo en la web de las bibliotecas de
Cataluña ninguna de sus obras traducida al catalán. Lo mismo me ocurrió con la
serie Bernard Samson de Len Deighton. Que hi farem! Seguiremos adelante en
castellano.
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