sábado, 20 de julio de 2019

EL CABALLO NEGRO (Walt Longmire 05) de Craig Johnson - Saborear el flujo del relato. - Valoración 8/10

Título original: The Dark Horse 2009
Serie Walt Longmire 5
© De la traducción, María Porras Sánchez
© Ediciones Siruela, S. A., 2016
Páginas: 274

Walt Longmire se hace cargo de la custodia de Mary Barsad acusada y confesa de asesinar a su marido Wade Barsad en el condado vecino de Campbell. No es su caso, solo ha alquilado una celda al sheriff Sandy Sandberg, pero tiene sus dudas sobre la culpabilidad de Mary y decide investigar. Para ello viaja de incógnito al lugar de los hechos, el pequeño pueblo de Absalom, en el territorio del rio Powder, como Eric Boss de Seguros Boss, Billings, Montana.
“—¿Sabes que los caballos solo les tienen miedo a dos cosas?
—¿Cuáles son?
—Las cosas que se mueven y las que están quietas.”
Mary Barsad es criadora y confesó haber matado a su marido después que éste quemara vivos a sus cinco caballos. La cosa va de caballos, de una larga persecución a caballo y de una conexión especial entre Longmire y Diamante Negro Wahoo Sue, la yegua negra favorita de Mary. Todo muy americano y, supongo, muy emocionante para los aficionados a este esplendido animal. También hay un torneo de boxeo clandestino, una inmigrante ilegal aficionada a la criminología, una suplantación de personalidad…


El punto fuerte de Johnson no son las tramas bien encajadas; hay un momento en que se le van de las manos y se embrollan solas. Aunque le pone empeño, las escenas de acción y violencia tampoco son lo suyo. Se nota en que alarga en exceso la preparación, los preliminares, como si temiera llegar al momento culminante. Lo que se disfruta de las novelas de Johnson es el flujo mismo del relato, su tranquila ironía, su suave cinismo, su interacción con otros personajes (Vic, Henry, otros secundarios…), y con los animales (caballos, serpientes de cascabel…), en especial con su perro “Perro”. Este es un enorme ejemplar, de cabeza grande como un cubo: “Un cruce de san bernardo con pastor alemán, diría yo. —Le rascó debajo del cuello—. Y algo más, pero no sé muy bien el qué.” Su manera de mostrar adhesión o afecto a alguien es sentarse sobre su pie. Quien tenga o haya tenido un perro grande ya sabe de lo que hablo.
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