Título original Nature via nature. Genes, experience, and what makes us human
Traductor Teresa Carretero | Irene Cifuentes
Páginas 363
Idioma Español
Publicación 2003 (2004)
Editorial Taurus
No sabía que los sordos se pueden
volver manualmente «afásicos» después de un ictus que afecte a las mismas
regiones del cerebro que provocarían afasia en las personas que oyen. Es decir,
un sordo no puede expresarse en lenguaje gestual si tiene afectada la región
del habla en el cerebro (área de Broca).
Tampoco conocía la probable cadena causal que facilitó
el lenguaje: el bipedismo liberó las manos que quedaron disponibles para
manipular y gesticular, una modificación en el hombro permitió el lanzamiento
(que los chimpancés no pueden hacer) y que requiere movimientos coordinados y
planificación. “El lanzamiento, la
construcción de herramientas, o los propios gestos seguramente permitieron que
de forma fortuita las regiones cercanas a la cisura de Silvio
sufrieran un proceso de preadaptación para la comunicación simbólica”. De ahí vino el habla por gestos y, finalmente, el lenguaje. La
capacidad para manipular y el lenguaje dieron lugar a la cultura.
Y muchísimos más detalles que no dejaron de
asombrarme en la excitante lectura de este libro.
Matt Ridley (1958) es un escritor británico, doctor en
zoología y periodista científico. Su libro Qué nos hace humanos, asequible si
se lee con atención, trata del peso de las influencias hereditarias y
ambientales en la configuración del ser humano y de las semejanzas y
diferencias con los animales, especialmente los primates. Es un libro denso y
rápido, cargado de detalles antiintuitivos, que derriban tópicos y trastocan
ideas preconcebidas. Su afán de mirar todos los ángulos de las controversias y
debates científicos, resulta arduo a un lego como yo. A veces le diría: “A ver,
para, para. Explícame eso mejor”. Pero te asombras y aprendes. Es apasionante.
Examina el debate innatismo (herencia, genes, instinto)
versus ambientalismo, es decir, influencias del entorno natural, social o
cultural. Procede explicando las teorías ambientalistas, describiendo los
experimentos genéticos que, en apariencia, las contradicen, y se inclina por un
sistema complejo de interacción entre la herencia y el ambiente. Critica las
dicotomías, ese falso debate que acentúa las diferencias, y reparte la razón explicando cómo los mecanismos genéticos interactúan
con el entorno ambiental. Pero esa posición ecléctica, la del punto medio, no
es lo más interesante del libro; lo que apasiona es el camino que recorre para
llegar a ella y las ideas preconcebidas que se derriban en ese trayecto.
Algunas cuestiones que me han llamado la atención:
-El cerebro masculino sintetiza y el femenino empatiza. Un
Asperger (su cerebro es excesivamente masculino), razona sobre las relaciones
sociales pero no empatiza.
-Los estudios de gemelos son decisivos para comparar el peso
de la herencia y el ambiente:
1. La personalidad se hereda y la educación puede hacer poco
por cambiarla.
2. La personalidad de los adoptados depende de sus padres
biológicos y los adoptivos pueden hacer poco por cambiarla.
3. El peso (la obesidad) depende más de la genética que de
los hábitos alimentarios.
4. El sentido del humor y las preferencias sociales,
políticas y religiosas no son heredables.
5. La inteligencia sólo es heredable en un 50%. La
inteligencia es mucho más susceptible al ambiente familiar que la personalidad;
pero, con la edad, la influencia de los genes aumenta y la del
ambiente compartido desaparece poco a poco.
Cuanto mayores somos, menos predice
nuestro CI el ambiente familiar y más nuestros genes.
6. El conductismo y el psicoanális han
perjudicado el tratamiento de las enfermedades mentales al ignorar su
componente genética. “Un siglo después de
que el síndrome se identificara por primera vez, las dos únicas cosas
que pueden decirse con seguridad sobre la esquizofrenia son que culpar a las
madres poco afectivas era un error y que en cierto modo el síndrome es
sumamente heredable.”
Y no sigo para no menoscabar el interés del libro;
aunque lo que importa está en los detalles y en la descripción de los
experimentos que conducen a avances fundamentales. Acompañar al autor en el
relato de las investigaciones es fascinante: las crías de oca de Lorenz, los
monos de Harlow, las serpientes de juguete de Mineka, los ratones de campo de
Insel, las moscas de Zipursky, los gusanos de Rankin, los renacuajos de Holt,
los hermanos de Blanchard, y los niños de Moffitt.
La idea principal es que el genoma humano, compuesto solo
por 30.000 genes, no actúa como un plano, sino como una receta. Imaginemos lo difícil
que sería cocinar una tarta con un plano: 30.000 genes no serían suficientes
para especificar las posiciones de cada partícula o los vectores de cada pasa.
Sin embargo, con los pocos ingredientes de una receta se puede cocinar una
estupenda tarta. El desarrollo genético sería un cocinado más que una construcción.
Los genes tienen activadores, bloqueadores, desactivadores,
factores de transcripción, promotores… Un mismo gen se expresa de formas
diferentes en especies distintas:
“Por
ejemplo, los ratones tienen cuellos cortos y cuerpos largos; los pollos tienen
cuellos largos y cuerpos cortos. Si se cuentan las vértebras del cuello y el
tórax de un pollo y un ratón, se hallará que el ratón tiene siete, vértebras
cervicales y trece torácicas; el pollo tiene catorce y siete respectivamente.
El origen de esta diferencia reside en uno de los promotores unido a
uno de los genes hox, Hoxc8, un gen que se encuentra tanto en ratones como en
pollos y cuya misión es activar otros genes que dictan los detalles del
desarrollo. El promotor es un párrafo de
ADN de 200 letras de las cuales sólo un puñado son diferentes en las dos
especies. En realidad, los cambios en no más de dos de estas letras pueden
bastar para que la cosa cambie por completo. El resultado es alterar
ligeramente la expresión del gen Hoxc8 en el desarrollo del embrión de pollo.
En el embrión de pollo el gen se expresa en una parte más limitada de la
columna vertebral, lo que le da al animal un tórax más corto, comparado con un
ratón[35].
En la serpiente pitón, el Hoxc8 se expresa directamente desde la cabeza y
continúa expresándose por la mayor parte del cuerpo. Así pues, las serpientes
pitón constan de un tórax largo: tienen costillas a lo largo de todo el cuerpo.”
Un libro deslumbrante, repleto de información y
escrito con nervio y elegancia. Un 10.
Y un extra de obsequio para quien quiera más:
Un maravilloso
ejemplo de interacción genética y evolutiva.
Las experiencias de Jane Goodall sobre la
vida entre los chimpancés de Gombe en 1960, demostraron que las distancias con
los humanos, en capacidad de sentir y relacionarse, no eran tan grande. Se
trataba, como dijo Darwin, de una cuestión de grado, no de clase.
La anatomía es genética y viene de muy lejos:
“Por
ejemplo, tanto los seres humanos como los chimpancés tienen cinco dedos en cada
mano y en cada pie. Esto no ocurre porque cinco sea el número perfecto para el
estilo de vida de ambas especies, sino porque entre los primeros anfibios dio
la casualidad de que uno tenía cinco dedos y la mayoría de sus innumerables
descendientes, desde las ranas a los murciélagos, no han alterado el modelo
básico. Algunos, como las aves y los caballos, sí lo han alterado y tienen
menos dedos, pero no es el caso de los simios.”
Las conductas sociales dependen del hábitat y de
la alimentación:
“Cuando dos
especies muestran una conducta similar, esto nos revela menos acerca de su antepasado común y más
acerca de las presiones del ambiente que las moldearon.”
Las estrategias alimentarias condicionan el
tamaño de los machos, la organización social y la conducta sexual de la
especie. El gorila es herbívoro:
“Las
plantas son abundantes pero no muy nutritivas. Para sacar provecho de ellas, un
gorila debe pasar casi todo el día comiendo y no tiene que ir muy lejos. Esto
proporciona estabilidad a un grupo de gorilas y facilidad para defenderse.”
Esto condiciona su conducta sexual:
“ha
inducido a los gorilas a desarrollar una estrategia de apareamiento polígama:
cada macho puede monopolizar un pequeño harén de hembras y sus crías, lo que
ahuyenta a otros machos.”
La poligamia favorece las diferencias de tamaño
macho-hembra:
“las
recompensas reproductivas de poseer un harén de hembras son tan grandes que los
machos que corren grandes riesgos para conseguirlas han resultado en general
progenitores más fecundos que los machos de carácter más prudente. Y un riesgo
que merece la pena correr es crecer hasta alcanzar un tamaño enorme… aun cuando
se necesite mucha comida para hacer funcionar un cuerpo grande. En
consecuencia, un gorila macho adulto pesa más o menos el doble que una hembra.”
Los chimpancés son frugívoros, comen insectos y
otros monos. Tienen que desplazarse grandes distancias para procurarse
alimentos y los grupos se disgregan para encontrar árboles frutales. Eso no
favorece la poligamia:
“La única
forma de controlar el acceso a un grupo tan grande de hembras es compartir la
tarea con otros machos. De ahí que los favores sexuales de un grupo de
chimpancés se compartan entre una alianza de machos.”
El chimpancé tiene que compartir las hembras:
“Además, no
tiene objeto tratar de suprimir a todos los rivales sexuales ya que a veces
serán necesarios como aliados para
defender el territorio.”
Como compiten por procrear, tienen ventaja los
machos con mayor número y volumen de eyaculaciones. En consecuencia la
selección natural ha hecho que:
“los
chimpancés macho tienen unos testículos gigantescos y un vigor sexual
prodigioso. En proporción al peso corporal, los testículos del chimpancé son 16
veces mayores que los testículos de gorila. Y las relaciones sexuales de un
chimpancé macho son aproximadamente cien veces más frecuentes que las de un
gorila macho.”
La promiscuidad sexual de las hembras chimpancé
tiene otras ventajas añadidas como la evitación del infanticidio. Los machos no
pueden arriesgarse a eliminar a su propia descendencia.
En 1990 se descubrió el primer rasgo universal
genéticamente único a todas las personas y ausente de todos los simios. “El cuerpo humano no fabrica ácido siálico Gc
porque carece de la enzima para elaborarlo a partir del ácido siálico Ac.” Esta fue la primera
diferencia bioquímica universalmente cierta entre nosotros y los simios. Una
secuencia de 92 letras había desaparecido de un gen del cromosoma 6 que en los
seres humanos se denomina CMAH. Utilizando un reloj molecular, se pudo
establecer que el cambio ocurrió hace 2,5 o 3 millones de años. Allí se pudo
ubicar a uno de nuestros antecesores.
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