miércoles, 6 de abril de 2016

RETRATOS DE MEMORIA Y OTROS ENSAYOS de Bertrand Russell - Claridad y admirable chispa irónica - Valoración 10 sobre 10


 Resultat d'imatges de bertrand russell retratos de memoria
Título original Portraits from memory and other essays.
Traductor Manuel Suárez
Páginas 190
Idioma Español
Publicación 1956 (1960)
Editorial Aguilar

Esta entrada me sirve de escusa para rendir un pequeño homenaje a mi principal maestro y responsable de la evolución de mi exiguo bagaje intelectual.
De joven leí mucho a Russell y más adelante recurría a él en momentos de confusión; actuaba para mi cerebro como un reparador de disco duro: desfragmentaba, limpiaba, ordenaba los archivos y dejaba espacio libre para que circulara el aire. En la terminología de entonces (años setenta) era como cambiar filtros, aceite y hacer bujías: las ideas lubrican mejor. O como esas dietas a base piña que, dicen, depura el organismo. Pues eso; nada como una dieta Russell para desintoxicar la mente. He buscado un sustituto actual y, hasta ahora, no he tenido éxito. En mi juventud me interesé por la escuela de Francfort (Adorno, Marcuse, Horkheimer y algún otro) y hasta por algunos marxistas que hoy me parecen indescifrables, como Althusser y Marta Harnecker o filósofos de la ciencia como Khun y Lakatos. Tenía la curiosidad y las energías necesarias para meterme en esos berenjenales, aptitudes de las ahora carezco.
Debo reconocer que no es fácil librarse del virus filosófico cuando uno lo ha padecido y, en los últimos años, he intentado ver que se cuece en los alambiques del Pensamiento. Éste es el resultado: en general, meto las narices y salgo disparado.
La filosofía continental (Heidegger, Ricoeur, Beuchot, Baudrillard, Deleuze, Derrida), ni probarla: vaga, oscura, retorcida. Tiene demasiados padres, discípulos, intérpretes, reintérpretes (intérpretes de los intérpretes). Creo que un autor debe saber interpretarse a sí mismo y estar al alcance de un lector voluntarioso de cultura media. Si no lo hace, es porque no quiere o no sabe.
Y qué decir de la filosofía analítica (Davidson, Putnam, Nozick, Searle), perdida en los meandros del lenguaje y buscando los pedazos de la realidad que dinamitó Wittgenstein (no se si el primero, el segundo o el undécimo). Como muestra un botón:
Hempel da un ejemplo del principio de inducción. Propone como teoría ("Todos los cuervos son negros". (…)Ahora bien, la afirmación "todos los cuervos son negros" es equivalente en lógica a la afirmación "todas las cosas no-negras son no-cuervos") Si queréis ver lo que esto da de si http://plato.stanford.edu/entries/hempel/ . En fin, a quien le guste la gimnasia mental y los juegos de palabras, ya sabe…que lea a los analíticos. Yo cada vez estoy más convencido de lo que dijo Stefan Kanfer:
“La filosofía se ocupa de dos clases de temas: las cuestiones resolubles que son triviales, y las importantes que no tienen solución.” (Yo añadiría que hasta las triviales las vuelve irresolubles)
Desde el Russell de mi juventud, los que más han contribuido a mi visión del mundo son los neodarwinistas, en especial Daniel Dennett, un filósofo muy estimulante y con su punto de ironía.
Pero volvamos al maestro Russell. Su “Historia de la filosofía occidental” sigue siendo, a mi modesto entender, la mejor guía para internarse en la materia: claro, irónico y muy atento al marco histórico en que se desarrolla el pensamiento. Lástima que solo llega a hasta John Dewey y los primeros analíticos. A. J. Ayer en “La filosofía en el siglo XX” pretende continuar la historia de Russell pero reconoce que “no podía mejorar su intento” en sus incursiones en la historia social y política que, para mi, es uno de los atractivos principales del trabajo del maestro. A sus “incursiones en la historia social” le debo el descubrimiento de Edward Gibbon y su inmensa “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”, otro de mis libros de cabecera, del que sólo existía la infecta traducción de José Mor Fuentes (realizada a finales del siglo XIX en in incomprensible español arcaico), editada por Turner en ocho tomos. Después conseguí una edición en inglés y otra en francés que calmaron mis ataques de dislepsia provocados por el señor Mor Fuentes.
A los que quieran disfrutar de Russell les recomiendo “La evolución de mi pensamiento filosófico. 1959” , libro ameno, divertido y esclarecedor.

Retratos de memoria y otros ensayos

Resultat d'imatges de bertrand russell“Me gusta la precisión. Me gustan los perfiles acentuados. Odio la vaguedad nebulosa”, dice B. R., y yo, que lo comparto, y deseo librarme de la vaguedad nebulosa en que me ha dejado la lectura de “Amistades literarias” de Ford Madox Ford, decido releer el librito de Russell. Recuerdo que algunos personajes de los que habla Ford también aparecen en Retratos y me entra el gusanillo de comparar.
El libro tiene tres partes: Unos ensayos autobiográficos, los retratos de grandes escritores que ha conocido y una selección de ensayos muy representativos del pensamiento de Russell sobre temas variados.
Habla del temor a la muerte con una bonita metáfora:
Una existencia humana individual debería ser como un río: al principio, pequeña, estrechamente limitada por las márgenes, fluyendo apasionadamente sobre las piedras y arrojándose por las cascadas. Lentamente el río va haciéndose más ancho, las márgenes se apartan, las aguas corren más mansamente y, por último, sin ningún sobresalto visible, se funden con el mar y pierden, sin dolor, su ser individual. El hombre que, en su vejez, sea capaz de considerar su vida de esta manera, no sufrirá el temor a la muerte, pues las cosas que él estima seguirán existiendo. Y, si con la decadencia de la vitalidad aumenta la fatiga, no será mal recibido, entonces, el pensamiento de que está próxima la hora del descanso.”
Y si habla de la felicidad:
“En el mundo moderno, si existen comunidades desgraciadas, es porque esas comunidades lo quieren así. O, hablando con más precisión, porque están sometidas a ignorancias, hábitos, creencias y pasiones, que son más queridas por ellas que la felicidad e, incluso, que la vida.”
Su argumento pacifista a favor de la no intervención en la P. G. M. y permitir así la victoria de Alemania, es muy curioso. Dice que los alemanes de Weimar no eran tan malos y se hubieran ahorrado muchas vidas en la Primera y evitado la Segunda.
Acostumbra a comenzar sus ensayos con un guiño irónico o humorístico. En cómo envejecer dice “Mi primer consejo sería que escogiesen ustedes sus antepasados cuidadosamente.”
En los “Retratos” hay personajes a los que respeta (Shaw, Wells), por los que siente admiración (Conrad), afecto (Whitehead), desprecio (D. H. Lawrence) o educada indiferencia (Santayana). Siempre explica su disposición con claridad y sin tapujos.
De “El corazón de las tinieblas” de Conrad dice:
 Creo, aunque no sé si él hubiera aceptado esta interpretación, que Conrad pensaba que la vida humana civilizada y moralmente tolerable era algo así como un peligroso paseo sobre una delgada corteza de lava recientemente enfriada, que en cualquier momento podía romperse, precipitando al imprudente en las ardientes profundidades.”
De la obra de Santayana, que le parece más literato que filósofo:
Me parece, al leerle, que voy enterándome de cada frase casi de una manera sonámbula; pero que soy incapaz, después de algunas páginas, de recordar de lo que trataban.” Y también: “El ropaje americano con el que aparecen sus obras oculta algún tanto el carácter extremadamente reaccionario de su pensamiento.”
En Espíritu y materia dice;
la materia, como el Gato de Cheshire, se está haciendo cada vez más diáfana,(…) El espíritu, por otro lado, (…)empieza a suponerse, cada vez más, que es sólo un subproducto trivial de determinados tipos de condiciones fisiológicas.”
Cree que los historiadores deben tener talento literario y nos recuerda a Gibbon y Trevelyan. Sostiene que “Un estilo carece de calidad si no es la expresión íntima y casi involuntaria de la personalidad de un escritor y, aun entonces, sólo tiene calidad, si la personalidad del escritor vale la pena de ser expresada.”
Nos ofrece sus reglas básicas para escribir bien, tan sencillas como fáciles de olvidar:
“Primero: si basta una palabra corta, no emplear una larga. Segundo: si se quiere emitir un juicio con muchas especificaciones, pónganse algunas de éstas en frases separadas. Tercero: no hacer que el principio de la frase induzca al lector a esperar algo que se contradiga al final de ella.”
Nos habla de los peligros del lenguaje común, de la diferencia entre conocimiento y sabiduría, defiende el pensamiento claro:
Las palabras ejercen dos funciones: por un lado, expresan hechos, y, por otro, despiertan las emociones. Esta última es su función más antigua y es llevada a cabo por los animales mediante chillidos que constituyen el antecedente del lenguaje. Uno de los elementos más importantes del paso de la barbarie a la civilización es la creciente utilización de las palabras con el fin de indicar, en lugar de excitar; sin embargo, en política, se ha hecho poco en esta dirección.”
Y termina con los temas que le obsesionaron: los peligros de un conflicto nuclear y cómo avanzar hacia la paz. ¿Qué diría de la escalada del terrorismo islámico?.
Una visión global e integradora de los asuntos humanos, expresada con claridad y admirable chispa irónica. Pueden cuestionarse sus certezas, pero sus dudas eran las correctas. Una buena introducción a Bertrand Russell que se lee con admiración y una sonrisa en los labios. Un 10.

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