jueves, 9 de junio de 2016

LOS ESCRITOS IRREVERENTES de Mark Twain - Ataque demoledor contra la religión - Valoración 9 sobre 10


Título original Letters from the earth
Traductor Enrique Redel Lozano | Gabriela Bustelo
Páginas 160
Idioma Español
Publicación 1909 (2010)
Editorial Impedimenta
  
No me extraña que el libro no se publicara hasta el año 1962. El mismo Mark Twain pensaba que no se publicaría jamás y, a su muerte en 1910, su hija, devota cristiana, se opuso a su publicación. La lista de autores que decidieron aplazar la publicación de algún libro hasta después de su muerte, para evitar la persecución o el oprobio social a que se verían condenados, sería muy larga. Por no hablar de los que se autocensuraron para eludir la Inquisición o las represalias políticas, o los libros que fueron quemados, o los que una vez publicados, fueron prohibidos. La larga historia de la intolerancia también forma parte de “nuestra común herencia cultural”.

El libro de Twain reúne varios ensayos en forma de parodia bíblica en que hace una crítica del cristianismo. De todos ellos, el más significativo es “Las cartas de Satán desde la Tierra” en que hace un análisis mordaz, furibundo y demoledor de las creencias, la moral cristiana y la especie humana en general. Al principio, el tono es irónico, pronto se vuelve sarcástico, y acaba en una diatriba furiosa contra la estupidez humana y el dios que ha creado.

Satán es castigado a deambular por el espacio por murmurar sobre la incoherencia de los actos divinos y decide visitar la Tierra:

Era un castigo al que estaba acostumbrado, debido a que tenía la lengua algo floja

Desde allí escribe cartas a sus amigos ángeles, explicando lo que ve y el estupor que le causa. Ha imaginado un cielo donde no va a hacer nada de lo que más le gusta hacer en la tierra, empezando por el sexo:

el humano ha imaginado un Cielo, pero privándolo de la delicia suprema, el éxtasis que ocupa el primer lugar en el corazón de todos los individuos de su raza —y de la nuestra—: ¡la relación sexual!

Es como si a un ser moribundo y perdido en un desierto calcinado se le presentara un salvador diciendo que le iba a conceder todos sus deseos salvo uno, ¡y eligiera quedarse sin agua!”

Y sigue una relación de las contradicciones del cielo imaginado por el hombre:

El inventor del Cielo humano mete allí, en el mismo revoltijo, a todos los países del mundo. Todos en absoluta igualdad, sin que ninguno destaque sobre los demás. Tienen que ser «hermanos», es decir, mezclarse, rezar, tocar el arpa, cantar los aleluyas juntos —blancos, negros, judíos— todos sin distinción. Aquí en la Tierra todos los países se odian y el mundo entero odia al judío.”

Luego pasa a una crítica pormenorizada de la Biblia, empezando por su origen:

La mayor parte de esta Biblia está construida con fragmentos de otros libros sagrados que cayeron en desuso. Por tanto, es tan poco original como cabría esperar. Los tres o cuatro acontecimientos formidables e impresionantes que contiene vienen todos de las Biblias anteriores. Sus mejores preceptos y normas de conducta proceden también de esas Biblias. En esta sólo hay dos cosas nuevas: el Infierno, para empezar, y ese Cielo tan singular del que ya os he hablado.”

Muestra un dios cruel, celoso, iracundo, que ordena el exterminio de inocentes, que permite las miserias y angustias del ser humano y que lo masacra con la enfermedad:

Nueve décimas partes de su catálogo de enfermedades van dirigidas a los pobres y todas dan en el clavo. A los ricos sólo les llegan las sobras. No vayáis a sospechar que hablo sin conocimiento de causa, pues no es así: la gran mayoría de las dolencias inventadas por el Creador están especialmente diseñadas para hostigar a los pobres. Esto se vislumbra en el hecho de que entre los nombres que da el clero al Creador uno de los más halagüeños y populares sea el de «Amigo de los Pobres»”

La enfermedad es uno de los más grandes reproches de Mark Twain:

“Los microbios eran con mucho la parte más importante del cargamento del Arca, la que más preocupaba al Creador y con la que más encariñado estaba. Tenían que estar todos bien alimentados y adecuadamente acomodados. A bordo del Arca había gérmenes del tifus, gérmenes del cólera, gérmenes de la hidrofobia, gérmenes del tétanos, gérmenes de la tisis, gérmenes de la peste negra y varios centenares de gérmenes aristócratas, creaciones especialmente preciosas, áureos portadores del amor de Dios por el género humano, dádivas sagradas del amoroso Padre a sus hijos; todos ellos, por supuesto, suntuosamente alojados y lujosamente atendidos, es decir, albergados en los lugares más apetecibles que pudieran ofrecer las entrañas de la Familia: los pulmones, el corazón, el cerebro, los riñones, la sangre, las vísceras. Especialmente en las vísceras. El intestino grueso era uno de sus lugares preferidos. Allí se reunían incontables miles de millones de ellos. Allí trabajaban, comían, pataleaban, cantaban himnos de alabanza y agradecimiento. En el silencio de la noche se oía su leve rumor. El intestino grueso era, realmente, su séptimo cielo. Lo abarrotaban hasta apelmazarlo, volviéndolo rígido como una tubería de gas. Esto les llenaba de orgullo.”

Sus ataques al Antiguo Testamento son demoledores, pero el Nuevo Testamento tampoco se libra. Este terrible párrafo termina con la frase: “Había que idear una forma de perseguir a los muertos más allá de la tumba”:

“La primera vez que la Deidad bajó a la Tierra trajo consigo la vida y la muerte. Cuando vino por segunda vez trajo el mismísimo Infierno.

Si la vida no era un don valioso, la muerte en cambio sí lo era. La vida era un delirio febril de alegrías amargadas por la tristeza y placeres envenenados por el dolor. Más que un sueño era un turbulento ensueño de gozos espasmódicos y fugaces, éxtasis triunfales y exultaciones felices entremezcladas con interminables desdichas, padecimientos, amenazas, horrores, desengaños, fracasos, afrentas y angustias, es decir, la mayor maldición imaginable por el ingenio divino. Pero la muerte, ¡ay!, la muerte era dulce, apacible y cordial. La muerte aliviaba los espíritus lacerados y corazones rotos con el reposo y el olvido. La muerte era la gran aliada del humano. Cuando una persona se sentía incapaz de seguir soportando la vida, llegaba la muerte como una liberación.

Pero con el tiempo la Deidad decidió que se había equivocado con la muerte, porque se le estaba quedando corta. Es decir, que como agente no bastaba porque aun siendo admirable a la hora de atormentar al superviviente, permitía al muerto propiamente dicho refugiarse de toda persecución una vez enterrado en la bendita tumba. Esto no era satisfactorio. Había que idear una forma de perseguir a los muertos más allá de la tumba.”

Cita la lista de las Bienaventuranzas, las relaciona con la masacre de los Medianitas que ordenó Yahvé a Moisés (1) y se ríe de ellas diciendo:

Los labios que pronunciaron estos enormes sarcasmos, estas hipocresías gigantescas, son los mismos que ordenaron la masacre indiscriminada de los hombres, las mujeres, los niños y el ganado del pueblo madianita. La destrucción indiscriminada de casas y ciudades. La perdición indiscriminada de unas vírgenes convertidas a la esclavitud más perversa e inenarrable.”

Queda claro porque Mark Twain no quiso publicar este libro en vida, al igual que otros autores lo habían hecho antes que él (David Hume dispuso lo mismo sobre su libro “Diálogos sobre la religión natural (1779)”. Y sobran los comentarios.

Nota
(1)   Mark Twain reproduce las ordenes que da Yahvé a Moisés en el capítulo 31 de Números del Antiguo Testamento:

31:1 Yahvé habló a Moisés, diciendo:

31:2 Haz la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas; después serás recogido a tu pueblo.

31:3 Entonces Moisés habló al pueblo, diciendo: Armaos algunos de vosotros para la guerra, y vayan contra Madián y hagan la venganza de Yahvé en Madián.

31:4 Mil de cada tribu de todas las tribus de los hijos de Israel, enviaréis a la guerra.

31:5 Así fueron dados de los millares de Israel, mil por cada tribu, doce mil en pie de guerra.

31:6 Y Moisés los envió a la guerra; mil de cada tribu envió; y Finees hijo del sacerdote Eleazar fue a la guerra con los vasos del santuario, y con las trompetas en su mano para tocar.

31:7 Y pelearon contra Madián, como el Señor lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón.

31:8 Mataron también, entre los muertos de ellos, a los reyes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor mataron a espada.

31:9 Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas, a sus niños, y todas sus bestias y todos sus ganados; y arrebataron todos sus bienes,

31:10 e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones.

31:11 Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de hombres como de bestias.

31:12 Y trajeron a Moisés y al sacerdote Eleazar, y a la congregación de los hijos de Israel, los cautivos y el botín y los despojos al campamento, en los llanos de Moab, que están junto al Jordán frente a Jericó.

31:13 Y salieron Moisés y el sacerdote Eleazar, y todos los príncipes de la congregación, a recibirlos fuera del campamento.

31:14 Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra,

31:15 y les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres?

31:16 He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Yahveh en lo tocante a Baal-peor. 1-9 por lo que hubo mortandad en la congregación de Yahveh.

31:17 Matad, pues, ahora a todos los varones de entre los niños; matad también a toda mujer que haya conocido varón carnalmente.

31:18 Pero a todas las niñas entre las mujeres, que no hayan conocido varón, las dejaréis con vida.

Repartición del botín

31:25 Y Yahveh habló a Moisés, diciendo:

31:26 Toma la cuenta del botín que se ha hecho, así de las personas como de las bestias, tú y el sacerdote Eleazar, y los jefes de los padres de la congregación;

31:27 y partirás por mitades el botín entre los que pelearon, los que salieron a la guerra, y toda la congregación.

31:28 Y apartarás para Yahveh el tributo de los hombres de guerra que salieron a la guerra; de quinientos, uno, así de las personas como de los bueyes, de los asnos y de las ovejas.

31:29 De la mitad de ellos lo tomarás; y darás al sacerdote Eleazar la ofrenda de Yahveh.

31:30 Y de la mitad perteneciente a los hijos de Israel tomarás uno de cada cincuenta de las personas, de los bueyes, de los asnos, de las ovejas y de todo animal, y los darás a los levitas, que tienen la guarda del tabernáculo de Yahveh.

31:35 En cuanto a personas, de mujeres que no habían conocido varón, eran por todas treinta y dos mil.

31:40 Y de las personas, dieciséis mil; y de ellas el tributo para Yahveh, treinta y dos personas.

31:41 Y dio Moisés el tributo, para ofrenda elevada a Yahveh, al sacerdote Eleazar, como Yahveh lo mandó a Moisés.

31:42 Y de la mitad para los hijos de Israel, que apartó Moisés de los hombres que habían ido a la guerra

31:43 la mitad para la congregación fue: de las ovejas, trescientas treinta y siete mil quinientas;

31:44 de los bueyes, treinta y seis mil;

31:45 de los asnos, treinta mil quinientos;

31:46 y de las personas, dieciséis mil);

31:53 Los hombres del ejército habían tomado botín cada uno para sí.

31:54 Recibieron, pues, Moisés y el sacerdote Eleazar el oro de los jefes de millares y de centenas, y lo trajeron al tabernáculo de reunión, por memoria de los hijos de Israel delante de Yahveh.


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