N.º de páginas: 276 págs.
Publicado en inglés en 1963
Editorial: DEBATE (1987)
A principios de los 60, Paul y Belinda viajan en barco a la
Rusia soviética de Jrushchov, con la intención de vender clandestinamente unas
docenas de vestidos de drilón y sacarse unas 1.000 libras de beneficio.
Mientras Paul trata de colocar los vestidos en el mercado negro, Belinda,
aquejada de un persistente sarpullido que le hace soltar un «¡Guauuu!» en medio
de cada frase, es ingresada en el hospital donde será seducida por la doctora
Sonia Lazurkina.
Leí esta divertida novela a finales de los 80 y la recordaba
por la primera escena en la que Paul conoce a un enigmático personaje andrógino
al que llama Tiresias (1), y al que se refiere como el ser, el ente, la criatura…,
-cada vez que entra en escena- a causa de su ambigüedad sexual que, al final de
la novela, se revela como doblez moral. De hecho, nunca se llega a conocer su
sexo. De él dice Paul: “Tenía el rostro
marcado y hendido, acaso por una vida agotadora de libertinajes metafísicos.”
Es una sofisticada comedia de enredo en torno a dos ejes: el
choque occidente capitalista vs. Rusia comunista y el embrollo de la identidad
sexual inhibida. Si digo sofisticada es por el estilo eléctrico y mordaz de
Burgess, no por la forma de disparatado vodevil en que se despliega la trama
cuyas únicas leyes son la casualidad y la aparente incoherencia interna de las
situaciones. Al finalizar el libro, no sabes cómo, se atan cabos, las
incongruencias cobran sentido y el desbarajuste se compacta en unidad. Tampoco
sabes cuándo, pero personajes que no eran más que bufones, se vuelven
entrañables.
Leyendo a Burgess lo paso bien.
NOTA
(1)
Tiresias, personaje mitológico, sorprendió a dos
serpientes apareándose, las separó matando con su bastón a la hembra y, a raíz
de esto, se convirtió en mujer. Siete años más tarde, Tiresias volvió a ver a
las mismas serpientes en las mismas circunstancias, volvió a golpearlas con su
bastón para separarlas matando a la serpiente macho, y al hacerlo se convirtió
nuevamente en varón. Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a
él como árbitro en una discusión sobre quién experimentaba más placer sexual,
si los hombres o las mujeres. Cuando Tiresias afirmó que el hombre experimenta
una décima parte del placer que la mujer, Hera, indignada por haber él revelado
su secreto, lo castigó dejándolo ciego. Zeus, sin embargo, le otorgó el don de
la profecía y una larga vida. (De la Wikipedia)
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