Título original: Compelling evidence
Steve Martini, 1992
Páginas:386
Traducción: Dora Garde
Ediciones B (1993)
Confesión: Nunca he conseguido terminar una novela de John
Grisham. Muchos rodeos y personajes simples, casi caricaturas. Para algunos su
mejor novela es “El socio” y he intentado leerla, pero no puedo con su estilo
ramplón y descaradamente comercial.
Aclaración: Me gustan las buenas novelas del género thriller
judicial y lo he pasado en grande con “El inocente” de Michael Connolly,
“Defender a Jacob” de William Landay o, anteriormente con las novelas de Scott
Turow.
El abogado Paul Madriani es contratado por Tony Skarpellos para defender a Talia Porter acusada de
asesinar a su marido Ben Porter cuando éste iba a ser propuesto para miembro
del Tribunal Supremo. Ben y Tony eran los socios principales de un importante
bufete legal corporativo de California. Madriani, separado de su esposa Nikki,
había mantenido una relación con Talia que, si se revelara en el juicio, podría
complicar las cosas. Skarpellos contrata a Madriani como segundo de Gibert
Cheetam, un abogado mediático y fanfarrón que abandona el caso tras llevar una
defensa desastrosa en la vista preliminar. A partir de ese momento, Madriani será
el abogado principal, ayudado por su amigo Harry Hinds, un astuto pero modesto
abogado criminalista.
La primera escena de la novela es una buena descripción de
la ejecución de un condenado a pena de muerte en la cámara de gas, para que nos
hagamos una idea de lo que le espera a Talia si es declarada culpable de
asesinato. Prácticamente, el resto de la novela es un relato detallado de la
vista preliminar y el juicio oral. ¿Cómo es posible que más de 300 páginas de
juicio puedan ser tan absorbentes? Martini lo consigue combinando información
sobre los mecanismos procesales e inoculando elementos de suspense en cada fase
del juicio. Nada es superfluo, nada de paja ni historias personales de relleno.
Hay que estar atentos a todos los subrelatos: el caso de Susan Hawley, la
prostituta de lujo que defendía Madriani y el del fideicomiso de la hija de su
amigo el forense George Cooper, muerta en un extraño accidente de tráfico. La
sospecha más fundada puede ser un señuelo y al final nos espera un giro
espectacular.
En el sistema procesal anglosajón (common law), el juez se
limita a ser el árbitro y asesor del jurado y el peso del juicio recae en la
acusación y la defensa. Cualquier abogado puede leer con provecho “Prueba
Final” como clase práctica de estrategia jurídica. La escenificación de las
fases del proceso es minuciosa: vista preliminar, juicio oral, selección del
jurado, técnicas de interrogatorio de testigos y su neutralización si son
adversos.
He aquí, a modo de ejemplo, una cita sobre la selección del
jurado:
“En el mejor de los
casos, incluso con los métodos y enfoques más científicos, la selección de un
jurado, en un sistema como el nuestro, no deja de ser una mierda en toda su
multitud de variaciones al azar. He leído y estudiado cada método, desde los
más caros, que dan todo tipo de asesoramiento en falsos testimonios, con sus
teorías del lenguaje corporal y el paralenguaje, hasta los «gurús» corporativos
que repiten las tonterías sin sentido, que algún infeliz, con ínfulas de
psicólogo, derrama en sus oídos.
Al final, la
aprobación de un miembro del jurado se basa en una simple corazonada.”
El lenguaje de Martini es eficaz, competente, con toques de
humor y pocas florituras literarias. La caracterización de personajes es la
justa para dar sentido a la trama, de manera que, si no llegas a empatizar ellos,
tampoco te aburres con la farragosa vida cotidiana del tipo “llevaba los niños
al colegio” y cosas así. El suspense y los giros provienen del hábil manejo de
los interrogatorios y las maniobras procesales. La información (mucha y buena)
nunca relaja la tensión narrativa. Es una novela entretenida, informativa y muy
absorbente.
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