Traductor Lorenzo Félix Díaz Buendía
Páginas 416
Idioma Español
Publicación 2004 (2007)
Editorial Paradigma
Sam Harris (1967) es un filósofo,
neurocientífico, cofundador y director del Proyecto Razón. El fin de la fe (The
End of Faith, 2004), estuvo durante 33 semanas en la lista de Best Sellers
según el New York Times, y ganó el premio PEN/Martha Albrand de ensayo en el
año 2005.
Se le considera miembro del “Nuevo ateismo” y
junto con Richard Dawkins, Christopher Hitchens y Daniel Dennett, uno de los “Cuatro
jinetes del No-Apocalipsis”. Estos y otros filósofos y científicos (Lawrence M.
Krauss, Jerry Coyne, Greta Christina, Victor J. Stenger, Michael Shermer, Steven
Pinker, etc), cree que la religión, en lugar de ser tolerada, debe ser
combatida, sometida a crítica racional denunciando sus ámbitos de influencia:
la enseñanza, la política, la legislación…y sobre todo el adoctrinamiento de la
infancia que perpetua las ideologías religiosas.
“El fin de la fe” puede divirse en dos bloques:
el primero, que ocupa las tres cuartas partes del libro, es un análisis
devastador del papel histórico y la influencia política actual de las
religiones (judaísmo, cristianismo, islamismo); y el segundo, en un intento
constructivo después de la demolición, trata de dar forma a una ética laica sin
religiones y ofrecer una chispa de trascendencia a través del estudio científico
de la consciencia que desvele una posible extensión del “yo” por la vía de la meditación
que marcan algunas religiones orientales como el hinduismo y el budismo. Esta
segunda parte, como el mismo Harris admite de una manera tácita, es más floja. Se
lee como una manera de “ofrecer algo” a los que creen que, a pesar de todo “hay
algo más”.
Lo dice claro en el epílogo:
“Mi
objetivo al escribir este libro ha sido contribuir a cerrarle la puerta a
cierta clase de irracionalidad. Aunque la fe religiosa es una muestra de
ignorancia humana que no admite siquiera la posibilidad de corrección, sigue a
salvo de la crítica en todos los rincones de nuestra cultura. Obviando todas
las fuentes de información válidas sobre este mundo (ambas, las espirituales y
las mundanas), nuestras religiones han adoptado antiguos tabúes y
extravagancias precientíficas como si tuvieran una importancia metafísica
definitiva.”
Señala el papel de la religión como fijador de
creencias que condicionan la conducta humana:
“Una
creencia es una palanca que, una vez accionada, mueve casi todo lo que conforma
la vida de una persona. ¿Eres un científico? ¿Un liberal? ¿Un racista? Todo eso
no son sino diferentes clases de creencias. Las creencias definen tu visión del
mundo, dictan tu conducta, determinan tus respuestas emocionales ante otros
seres humanos”
Y marca el punto de partida:
“Nuestra
situación es la siguiente. La mayor parte de la gente que vive en este mundo
cree que el Creador del universo ha escrito un libro. Por desgracia, tenemos a
nuestro alcance diferentes versiones de ese libro, y cada uno de ellos afirma
tener la exclusiva de la infalibilidad.”
Y sigue con una relación exhaustiva de los daños
históricos y actuales:
Errores, falsificaciones, matanzas, guerras
religiosas, persecuciones de herejes, brujas, judíos, inquisiciones,
discriminaciones, excomulgados, antisemitismo, represaliados de todo tipo; y en
la actualidad: fundamentalismo cristiano e islámico, la no separación entre
iglesia y estado, pena de muerte, intromisión en la vida privada con el
concepto de crímenes sin víctimas, leyes antivicio, condena legal de las conductas
sexuales no procreadoras, la irracionalidad de la guerra contra las drogas,
prohibición de investigar con embriones humanos, el terrorismo islámico y el
peligro de exterminio a gran escala a causa de la guerra de culturas. En fin, te deja aturdido, abrumado.
Si hay algo que las religiones no pueden resistir
es su propia historia.
En cuanto a la propuesta de trascendencia tenue
vía meditación, habría mucho que hablar. ¿Cuál será el siguiente paso?. ¿La
reencarnación en garrapata?. La ética laica lo tiene crudo:¿Cómo se puede
competir con los que te venden una parcela en el más allá y te garantizan la
vida eterna?.
En cuanto al tono, más en la parte propositiva y
el epílogo, es demasiado enfático y solemne, suena a arenga, al sermón
religioso que él condena.
Contundente e higiénico en el análisis de las
religiones y flojo en la espiritualidad alternativa. Un 8.
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