lunes, 9 de mayo de 2016

GIORDANO BRUNO, EL HEREJE IMPENITENTE de Michael White - Biografía al estilo Zweig, enfática y con cierto aire de soflama - Valoración 7,5 sobre 10


Título original The Pope and the heretic
Traductor Albert Solé
Páginas 224
Idioma Español
Publicación 2001 (2002)
Editorial Vergara
  
No sabía que el cardenal Roberto Belarmino, el encargado de acusar a Giordano Bruno, que fue torturado y murió quemado en la hoguera, y en 1.616 a Galileo Galilei que se retractó librándose por pelos, fue canonizado en 1930 por el papa Pio XI. También acusó y mandó torturar a otros muchos desdichados y ahí lo tienes: Santo. Por cierto, Pío XI firmó en 1933 el concordato con la Alemania nazi y disolvió el Partido de Centro, de raíz democristiana, con lo que desarticuló la única oposición legal en Alemania. El cardenal alemán Faulhaber lo llamó “el mejor amigo de los nazis”.

Curioseando por la red, veo que “el papa Pablo VI creó un título cardenalicio con su nombre (el de Roberto Belarmino). Jorge Mario Bergoglio era el titular de esa cátedra cardenalicia cuando fue elegido Sumo Pontífice bajo el nombre de Francisco en el Cónclave de 2013.” ¡Que cosas!.


Tampoco sabía que en los primeros tiempos de la Inquisición los clérigos no podían intervenir directamente en la tortura “porque en ese caso el Papa no hubiese podido permitir que luego atendieran las necesidades espirituales del pueblo laico” y se limitaban a supervisar el trabajo de torturadores profesionales. Pero todo tiene solución y en 1.256 el papa Alejandro IV “tuvo la ingeniosa ocurrencia de que si en cada sesión de tortura había presentes al menos dos sacerdotes, podrían prescindir de la mano de obra contratada y luego absolverse el uno al otro”. Ingeniería teológica bastante siniestra.


Otro detalle que me ha llamado la atención es la importancia de la mnemotecnia en la antigüedad y la Edad Media, hasta en descubrimiento de la imprenta. Por supuesto no existían los ordenadores, pero tampoco libros manejables (eran rollos de papiro o pergamino), ni la modesta pero inestimable libreta de notas. Sabemos que los romanos contaban ya con una mnemotecnia totalmente desarrollada que formaba parte, como técnica auxiliar, de muchos tratados de oratoria. En la Edad Media esos conocimientos se pedieron, como casi todo, hasta que Tomás de Aquino la desenterró en el siglo XIII. A partir de entonces, la mnemotecnia vuelve a estar presente en algunos manuales para predicadores. Giordano Bruno era un experto y escribió varios tratados sobre el tema. Quien quiera saber más sobre la historia de la mnemotecnia puede consultar la página http://www.mnemotecnia.es/historiadoc.php?ref=bhm_cap2


Una cosa lleva a otra, y yo he llegado a ésta biografía de Giordano Bruno gracias a la atención que le dedica Stephen Greenblatt en su asombroso libro “El giro”, al que fui a parar porque lo elogiaba Matt Ridley en su libro “The Evolution of Everyting”, que leí por… En fin, la maravillosa cadena bibliográfica.


“Giordano Bruno, el hereje impenitente” es una biografía poco académica, al estilo Zweig pero menos brillante, enfático y con cierto aire de soflama, bueno para hacerse una idea del contexto opresivo en que se desarrolló la cultura europea bajo la losa de la Iglesia Católica desde el Concilio de Nicea en el año 325 hasta bien entrado el siglo XIX. White nos informa de las andanzas de Bruno, su proceso (del que falta mucha documentación) y muerte en la hoguera, las ideas que lo nutrieron y su influencia en el pensamiento disidente posterior.

La filosofía de Bruno se puede resumir como un panteísmo ecléctico que se nutria de la cosmología de Copérnico, la metafísica de Nicolás de Cusa, el atomismo de Lucrecio y la magia y hermetismo ancestrales que, fruto de la fascinación por todo lo antiguo, llegaron al Renacimiento de manera muy fragmentaria y distorsionada:

La nuestra es una época en la que damos por sentado que el futuro será más progresista e ilustrado que el pasado, que mañana sabremos más y comprenderemos más que hoy, y pasado mañana todavía más. En nuestra época, el pasado recibe un homenaje meramente simbólico; pero el Renacimiento, con todo lo glorioso e importante que resultó, fue un período en que los pensadores veían el pasado y el futuro de una manera diametralmente opuesta a la de los intelectuales modernos. Los hombres del Renacimiento volvían la mirada hacia el pasado y veían una cultura más refinada, y estaban convencidos de que los antiguos habían tenido acceso a un acervo de conocimientos unitarios muy superiores a los suyos.


La obra tiene algunas carencias como el poco reconocimiento de la influencia de Lucrecio en Bruno y exagera la repercusión de su pensamiento en la posteridad relacionándola con la “extrañeza” de la teoría cuántica y de la relatividad. Eso es ir demasiado lejos. La física actual es abstracta, antiintuitiva y poco analógica, pero eso no autoriza a relacionarla con los misticismos herméticos o Zen, como parece estar de moda.

Un libro útil con un enfoque dudoso. Un 7,5.



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