Traductor Albert Solé
Páginas 224
Idioma Español
Publicación 2001 (2002)
Editorial Vergara
No sabía que el cardenal Roberto Belarmino, el encargado de
acusar a Giordano Bruno, que fue torturado y murió quemado en la hoguera, y en 1.616 a Galileo Galilei que
se retractó librándose por pelos, fue canonizado en 1930 por el papa Pio XI. También
acusó y mandó torturar a otros muchos desdichados y ahí lo tienes: Santo. Por
cierto, Pío XI firmó en 1933 el concordato con la Alemania nazi y disolvió
el Partido de Centro, de raíz democristiana, con lo que desarticuló la única
oposición legal en Alemania. El cardenal alemán Faulhaber lo llamó “el mejor
amigo de los nazis”.
Curioseando por la
red, veo que “el papa Pablo VI creó un título cardenalicio con su nombre (el de
Roberto Belarmino). Jorge Mario Bergoglio era el titular de esa cátedra
cardenalicia cuando fue elegido Sumo Pontífice bajo el nombre de Francisco en
el Cónclave de 2013.”
¡Que cosas!.
Tampoco sabía que
en los primeros tiempos de la
Inquisición los clérigos no podían intervenir directamente en
la tortura “porque en ese caso el Papa no hubiese podido permitir que luego
atendieran las necesidades espirituales del pueblo laico” y se limitaban a
supervisar el trabajo de torturadores profesionales. Pero todo tiene solución y
en 1.256 el papa Alejandro IV “tuvo la ingeniosa ocurrencia de que si en
cada sesión de tortura había presentes al menos dos sacerdotes, podrían
prescindir de la mano de obra contratada y luego absolverse el uno al otro”.
Ingeniería teológica bastante siniestra.
Otro detalle que me
ha llamado la atención es la importancia de la mnemotecnia en la antigüedad y la
Edad Media, hasta en descubrimiento de la
imprenta. Por supuesto no existían los ordenadores, pero tampoco libros
manejables (eran rollos de papiro o pergamino), ni la modesta pero inestimable
libreta de notas. Sabemos que los romanos contaban ya con una mnemotecnia
totalmente desarrollada que formaba parte, como técnica auxiliar, de muchos
tratados de oratoria. En la Edad Media
esos conocimientos se pedieron, como casi todo, hasta que Tomás de Aquino la
desenterró en el siglo XIII. A partir de entonces, la mnemotecnia vuelve a
estar presente en algunos manuales para predicadores. Giordano Bruno era un
experto y escribió varios tratados sobre el tema. Quien quiera saber más sobre
la historia de la mnemotecnia puede consultar la página http://www.mnemotecnia.es/historiadoc.php?ref=bhm_cap2
Una cosa lleva a
otra, y yo he llegado a ésta biografía de Giordano Bruno gracias a la atención
que le dedica Stephen Greenblatt en su asombroso libro “El giro”, al que fui a
parar porque lo elogiaba Matt Ridley en su libro “The Evolution of Everyting”,
que leí por… En fin, la maravillosa cadena bibliográfica.
“Giordano Bruno, el
hereje impenitente” es una biografía poco académica, al estilo Zweig pero menos
brillante, enfático y con cierto aire de soflama, bueno para hacerse una idea
del contexto opresivo en que se desarrolló la cultura europea bajo la losa de la Iglesia Católica desde el Concilio
de Nicea en el año 325 hasta bien entrado el siglo XIX. White nos informa de
las andanzas de Bruno, su proceso (del que falta mucha documentación) y muerte
en la hoguera, las ideas que lo nutrieron y su influencia en el pensamiento
disidente posterior.
La filosofía de
Bruno se puede resumir como un panteísmo ecléctico que se nutria de la cosmología
de Copérnico, la metafísica de Nicolás de Cusa, el atomismo de Lucrecio y la
magia y hermetismo ancestrales que, fruto de la fascinación por todo lo
antiguo, llegaron al Renacimiento de manera muy fragmentaria y distorsionada:
“La nuestra es
una época en la que damos por sentado que el futuro será más progresista e
ilustrado que el pasado, que mañana sabremos más y comprenderemos más que hoy,
y pasado mañana todavía más. En nuestra época, el pasado recibe un homenaje
meramente simbólico; pero el Renacimiento, con todo lo glorioso e importante
que resultó, fue un período en que los pensadores veían el pasado y el futuro
de una manera diametralmente opuesta a la de los intelectuales modernos. Los
hombres del Renacimiento volvían la mirada hacia el pasado y veían una cultura
más refinada, y estaban convencidos de que los antiguos habían tenido acceso a
un acervo de conocimientos unitarios muy superiores a los suyos.”
La obra tiene
algunas carencias como el poco reconocimiento de la influencia de Lucrecio en
Bruno y exagera la repercusión de su pensamiento en la posteridad relacionándola
con la “extrañeza” de la teoría cuántica y de la relatividad. Eso es ir
demasiado lejos. La física actual es abstracta, antiintuitiva y poco analógica,
pero eso no autoriza a relacionarla con los misticismos herméticos o Zen, como
parece estar de moda.
Un libro útil con
un enfoque dudoso. Un 7,5.
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