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Páginas 354
Idioma Español
Publicación 2012
Editorial Mercurio
Cuando no sabes lo que buscas es difícil que lo encuentres. Un
par de días de una desconcertante inapetencia lectora, revolviendo y dejando
libros a un lado, sin decidir a qué hincar el diente. Al borde de la
exasperación, me topo con un Ravelo que empieza así:
“Los personajes y
acontecimientos que aparecen en esta novela pertenecen a la ficción. Por eso
ninguna persona, partido político, o empresa habrá de sentirse aludido o
reflejado en ninguno de los personajes, entidades y situaciones mencionados en
ella. Así, la bandera de Gran Canaria que ondea en la plaza del Fuero Real de
Las Palmas, el Real Decreto-Ley 3/2012 de Medidas Urgentes para la Reforma del Mercado
Laboral e Iñaki Undargarín no existen. De igual forma, tampoco existe la ciudad
de Las Palmas de Gran Canaria. Ni Canarias. Ni ese país, aquí mencionado con el
nombre de España. Ni siquiera el autor y el lector de este libro existen.
Todos, usted y yo incluidos, formamos parte de un mero juego de espejos en el
cual nos está permitido, incluso, llegar a creer en la existencia. Pero no nos
engañemos: los espejos siempre mienten.”
Y sigue con una cita de Milorad Pavic: Diccionario jázaro
(una de las novelas más turbadoras que conozco):
“La verdad es transparente y no se ve, la mentira es opaca y no deja
pasar la luz ni la mirada. Existe también un tercer caso, en el cual las dos
primeras están mezcladas, y es el más frecuente. Con un ojo podemos ver a
través de la verdad, y nuestra mirada se pierde en la inmensidad para siempre;
con el otro ojo, en cambio, no vemos a través de la mentira ni a un palmo de la
nariz, y la mirada no puede penetrar más allá, se queda en la tierra y es
nuestra; así nos abrimos paso a lo largo de la vida caminando de costado. Por
eso la verdad no se puede entender inmediatamente como la mentira, sino solo
comparando verdad y mentira, las letras y los espacios en blanco de nuestro
libro."
Alentado y suficientemente estimulado para
proseguir con la lectura, apenas entrado en materia, me encuentro en medio de
una agradable y desenvuelta negra-chancletera, en que un simpático y resolutivo
Eladio Monroy chapotea en las ciénagas nacionales de la crisis (2012) y la
corrupción. Nada de espesuras metaficcionales. Soltura, facilidad y unos
cuantos guiños literarios para tener contentos a los listillos, con un animado
y previsible final.
Monroy, marinero jubilado que cobra sus
trabajillos en negro, con una hija lesbiana, una novia librera y una vieja
Renault a la que llama “Naranjito”, acepta investigar un aparente suicidio.
Metido en faena descubre otra muerte, que parece accidental, de una periodista
relacionada con el suicida. Con obstinación y ciertas dosis de violencia inevitable,
resuelve las dos muertes y, de regalo, destapa un caso de corrupción a gran
escala. Entretenida, ligerita y saludable. Casi un 8.
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