Título original: History of Economic Thought
Copyright © 2002 por Houghton Mifflin Company
© 2006, respecto a la cuarta edición en español, por
McGRAW-HILL
Páginas 528
Harry Landreth y David C. Colander
“Para comprender el
pensamiento de los economistas, hay que comprender tanto su visión del mundo
como su modelo.”
Todos somos hedonistas, la cuestión es la variedad de
actividades que nos procuran placer. De hecho, uno puede hacer por diversión o
placer cosas que a otros pueden parecer terriblemente aburridas, como por
ejemplo leer un buen manual de “Historia del pensamiento económico”. En
humanidades y ciencias sociales, soy usuario ocasional pero persistente de
manuales universitarios intermedios, muy útiles a un lector voraz y caótico,
como es mi caso, para reordenar las piezas mentales de una materia.
Claridad, profundidad, vastedad y debate abierto son las
cualidades de este estupendo manual de la McGraw-Hill. La historia del
pensamiento económico es el apasionante recorrido desde los preclásicos a los
modernos, donde se muestran los intentos de los ortodoxos por cuantificar y
construir modelos formales y las críticas de los heterodoxos señalando, bien
las limitaciones e insuficiencias de dichos modelos, o cuestionando sus
presupuestos. El libro examina las grandes cuestiones metodológicas, la
relación entre el desarrollo de una teoría y la situación económica reinante,
explica el funcionamiento interno de las principales teorías y su repercusión
en la política económica y social. Destaca por la exposición equilibrada del
pensamiento ortodoxo y el heterodoxo, poniendo constantemente en evidencia los
puntos de fricción y su relevancia para la teoría económica posterior.
No sé hasta qué punto la obsesión de la teoría económica por
el equilibrio es fruto de la necesidad de producir modelos matemáticos. La
sensación es que los equilibrios en economía son solo aparentes, que en la
economía real no existen situaciones de equilibrio. Parafraseando aquella cita
sobre la salud, decimos que una economía está en equilibrio cuando los signos
de crisis no son perceptibles, pero están ahí. Seguro. (Véase las subprimes y
las burbujas en general).
La corriente principal triunfante en la enseñanza académica
es la que logra formalizarse en modelos matemáticos. Para conseguirlo debe
presuponer estabilidades y equilibrios imaginarios fuera de la realidad y
descartar variables “irrelevantes”. Si la naturaleza tiende al desorden
(entropía), ¿por qué no lo harán los asuntos humanos y, entre ellos, la
economía? Con frecuencia, cuando traduces a palabras leyes económicas no ves
más que obviedades o simple sentido común. Hoy se plantean cuestiones de este
tipo:
1.
Como dice Solow, ante una pregunta sobre casi
cualquier aspecto de la vida económica, la respuesta es: supongamos que
construimos un modelo de esa situación y vemos qué ocurre...
2.
Boulding y los institucionalistas replicarían que
“las investigaciones económicas modernas que se realizan en la economía moderna
no son en su mayor parte más que intrincados juegos.”
3.
O como sostiene Steve Keen, las matemáticas son
necesarias pero las que se enseñan en las facultades de economía son
insuficientes o están caducas. La economía es un sistema complejo, “pero el
caos y la complejidad solo empiezan a manifestarse en las ecuaciones
diferenciales lineales de tercer orden”.
La economía neoclásica presupone
la racionalidad de los actores económicos, ya sea en asignación de recursos o
en las decisiones de consumo, pero, como Kahneman,
yo creo que las grandes decisiones pueden depender de impulsos irracionales,
ilusiones de enfoque y deseos hedonistas muy diversos. Las aportaciones de
Kahneman y la economía conductual radican en su utilidad para modelar
comportamientos no racionales, que se apartan de la concepción neoclásica del
homo economicus y se aproximan a la teoría keynesiana y algunas teorías del
ciclo económico. La psicología social tiene mucho que decir sobre el
comportamiento económico.
Hay otros buenos manuales sobre
el pensamiento económico (el de Brue y
Grant es uno de ellos), pero si no te vas a dedicar a esto, con el
Landreth/Colander tienes suficiente para hacerte una idea de la evolución de la
materia a través del tiempo. Para ver el estado actual de la economía moderna,
los modelos, enfoques y debates principales, tienes la “Macroeconomía” de Gregory
Mankiw. Si quieres ir más lejos, ahí está la monumental “Historia del análisis económico” de
Schumpeter (casi 1.400 páginas), según Fabian Estapé “la mayor, más
sugestiva, más rica y cautivadora de las historias del análisis y, si se acepta
la licencia, también del pensamiento económico jamás producida”. Es un libro
para disfrutarlo sin prisas. Por la amplitud del campo abarcado (sociológico,
histórico, antropológico, filosófico, psicológico…), el libro de Schumpeter es
mucho más que análisis económico, es un libro de cabecera, y libros de cabecera
hay muy pocos, quizá tres o cuatro en una vida. Claro que cada uno tiene los
suyos. Schumpeter lo ve así:
“Nadie puede tener la esperanza de entender los fenómenos económicos de
ninguna época —tampoco de la presente— si no domina adecuadamente los hechos
históricos o no tiene un sentido histórico suficiente, o lo que también se
puede llamar experiencia histórica. Segunda, que el registro histórico no puede
ser simplemente económico, sino que ha de reflejar también, inevitablemente,
hechos «institucionales» que no son puramente económicos: de este modo facilita
el método mejor para comprender cómo están relacionados los hechos económicos
con los no-económicos y cómo se deberían relacionar las ciencias sociales entre
ellas. La tercera es que creo que la mayor parte de los errores básicos
cometidos en análisis económico se debe a la falta de experiencia histórica,
con más frecuencia que a cualquier otra insuficiencia del instrumental del
economista.”
(Joseph Alois Schumpeter: “Historia
del análisis económico”)
Para una crítica a la ortodoxia
neoclásica actual, tenemos “La economía
desenmascarada” de Steve Keen (lo
leo en paralelo) que cuestiona los fundamentos de la corriente económica
principal. Dice cosas como esta:
“Los estudiantes de economía, por lo tanto, se gradúan en programas de
máster y doctorado con una creencia acrítica e injustificada en que las bases
del análisis económico son sólidas, sin nociones de la historia intelectual de
su disciplina, y con un acercamiento a las matemáticas que perjudica tanto su
comprensión crítica de la economía como su capacidad para apreciar los últimos
avances en matemáticas y en otras ciencias.
Una minoría de estos estudiantes mal informados se convierten luego en
economistas académicos, repitiendo así un proceso en el que la ignorancia se
perpetúa.”
Entre los libros de texto
clásicos que Keen despedaza están los de Samuelson y Mankew. Curiosamente, el
de Mascolell es de los pocos que se libra, en parte.
Pienso que la economía (y las ciencias
sociales en general) viven una ilusión pitagórica donde los impulsos
irracionales y caóticos (muy humanos) resultan molestos. Espero que nos tan
molestos como a los mismos pitagóricos les sentó que Hipaso de Metaponto
demostrara la existencia de los números irracionales: se lo tomaron tan mal que
decidieron ahogarlo.
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